Por la boca… Koldo: de la mascarilla de los 100 años de honradez del PSOE, a la estupefacción de Ábalos

El entonces ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos (i); y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada a una sesión de control al Gobierno en 2021.
El entonces ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos (i); y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada a una sesión de control al Gobierno en 2021.

Los que de verdad están estupefactos son los ciudadanos. No porque les extrañe lo de algunos socialistas (que ya dice mi portero “no me des, pero ponme dónde haya, que del resto ya me encargo yo”) lo que !es “estupefacta” es que Ábalos esté estupefacto, aunque sea sentado en el escaño de diputado o desde la presidencia de la Comisión de Interior para la que le nombró Sánchez, actividades de las que funge buenos dineros.

Ábalos se confesó estupefacto cuando le contaron que Koldo su amigo y amigo (que se sepa y por ahora) de Sánchez, de Armengol, de Marlaska, de Illa y de Torres, había tenido sus más y sus menos con la compra de mascarillas, los consiguientes chanchullos en la compra de las mascarillas y los millones sacados a costa del agio (asesores consultar en los diccionarios el significado de agio) en  la compra de las mascarillas.

Ábalos estaba nada menos que estupefacto. O sea que según la RAE, Ábalos está y se siente atónito, perplejo, desconcertado, pasmado, absorto, patidifuso, boquiabierto y hasta estúpido.

Ábalos, tras recibir la noticia, podría haber caído en una depresión y estar triste, compungido, afligido, apesadumbrado, pesaroso, sonrojado, azorrado (asesores comprobar en los diccionarios el significado de azorrado) abochornado, mustio, taciturno, avergonzado, ruborizado, arrepentido… Pero no,  Ábalos está estupefacto.

Y es que ya es mala suerte que eso que se llama tu mano derecha, haya sido empitonado por la justicia por haberse beneficiado -sin que nadie de sus jefes, ni de su entorno, se diera cuenta- de la compra y venta de mascarillas, en plena pandemia y en pleno confinamiento por decreto de Sánchez (no el beneficio sino lo del confinamiento) y, dado que la RAE también habla de estúpido como sinónimo de estupefacto, cabe elucubrar que, si uno no se entera de lo que hace su mano derecha -salvo en la limosna evangélica- es estúpido (también, según la RAE, tonto, bobo, cretino, necio y hasta cojudo) y si se entera, “pues ya está”, que dice Sánchez cuando de fiscales se trata.

Los que de verdad están estupefactos son los ciudadanos. No porque les extrañe lo de algunos socialistas (que ya dice mi portero “no me des, pero ponme dónde haya, que del resto ya me encargo yo”) lo que les “estupefacta” es que Ábalos esté estupefacto, aunque sea sentado en el escaño de diputado o desde la presidencia de la Comisión de Interior para la que le nombró Sánchez, actividades de las que funge buenos dineros.

Claro que igual ahora, tras el suceso de las mascarillas, de la compraventa de las mascarillas y de los millones “afanados” tras la venta de las mascarillas, los ciudadanos y votantes en general, se enteran de las razones del fulminante cese de Ábalos, razones y motivos que solamente conoce Sánchez. 

Porque a Sánchez no se le escapa nada y controla sucesos y personas. Se rumorea que prepara otro libro que será la hagiografía de Koldo. En la cabecera del libro campeará, en letras grandes, lo que opinaba y decía Sánchez de Koldo: “Un gigante de la militancia, un referente contra los efectos de la crisis y las políticas de la derecha”. Le ha faltado decir, que Koldo, al igual que custodió las papeletas del jefe, es el custodio de los ciento y pico años de honradez del PSOE.

Ahora, es Ábalos el que dice eso tan sentido de ”pensaré la dimisión con mi partido, no porque me lo pida el Partido Popular. No estoy acusado de nada. No voy a hacer un tributo a la derecha”.

 

Ya solo falta la “vicefiscal” Sánchez-Conde, diciendo que lo de Koldo no es ni robo, ni malversación, ni corrupción. Otro santo varón como el “euromaletero” Puigdemont. 

Y explicarán que la defenestración de Ábalos es tan transparente como lo de Marruecos y el Sahara y el teléfono de Sánchez y los viajes de veraneo tórrido de Sánchez y de la mujer de Sánchez.

Y es que las transparencias de los socialistas, esas de la gobernabilidad que tanto predica Sánchez, son como las transparencias de algunas presentadoras de las campanadas de la Puerta del Sol el 31 de Diciembre, que lo dejan todo al aire; vamos, que se les ve todo.

La carcajada: Dice Montero, la de la cosa fiscal y la encargada de fiscalizar eso de las mascarillas, a propósito de la supuesta dimisión de Ábalos: “Yo sé lo que yo haría. Usted sabe lo que yo haría”. 

ERE andaluces mediante.

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