Por la boca… El mutismo de Batet

Meritxell Batet.
Meritxell Batet.

Sánchez quiso convertir el Congreso en una taberna de baja estofa (¿estafa?) con el suelo hecho un cenagal y Batet –diligente ella- puso manos a la obra y lo consiguió, en silencio,  con apenas tímidas reconvenciones al orden.

Nunca ha tenido muchas cosas que decir, ni esas cosas han sido significativamente acertadas, ni cuando era gerifalta de los socialistas catalanes y fungía en el escaño del Parlamento de Cataluña, ni cuando se dedicó a los estudios en el PSOE siendo sustituida por Tezanos, ni en su época de ministra de eso de la cosa territorial, no se distinguía por su facundia. Pero desde que Sánchez la aupó a la tercera plaza protocolaria de España sus silencios son clamorosos.

Ya está en primer plano lo de la moción de censura a mayor gloria de Tamames (se podía haber cubierto el expediente y el recordatorio con una condecoración o un título nobiliario) y Batet sigue callada. Le dan todo hecho. Desde las fechas de la moción de censura, el orden del día de cada sesión parlamentaria, las decisiones de la mesa de portavoces, la creación de comisiones o las investigaciones sobre  diputados presentes o pasados y las llaves de los despachos de dudosa utilización, hasta el lugar del asiento de Tamames.

Aunque sea la voz de su amo, se supone que tiene voz –de hecho la emplea en mangonear a gusto del jefe, la mesa del Congreso- lo que pasa es que la usa poco y apenas se conoce su tesitura en público cuando amonesta a algún diputado díscolo que se extralimita en los insultos. También suele terciar cuando se trata de quitar y poner en el diario de sesiones las “cosillas” desagradables que se dicen sus señorías. Por supuesto un quita y pon a su antojo y previo recado de la cabecera del banco azul. Y también cronometra.

Vamos que Batet es poco de hablar.

Pero cuando algunos diputados andan en lenguas, en fotos, en videos y en burdeles, con nombres y apellidos y hay otros “sus señorías” anónimos que, por supuesto, tienen nombres y apellidos, pero que a López (pero Pedro ¿tú sabes lo que es una nación?) le dan igual y quiere que den igual a los españoles, cabría esperar que Batet se pronunciara sobre los políticos que pastorea  en nombre y por obediencia a Sánchez y hubiera dicho que su boca es suya aunque dijera eso de que ella no entra en asuntos que están en los juzgados y que hay que dejar trabajar a la justicia y la retahíla de monsergas del argumentario que, en su caso, envía Bolaños.

Qué menos que algún atisbo de abrir expedientes informativos o un conato de personarse de oficio que, aunque luego se quedaran en nada como tantas cosas de Sánchez, de momento visten mucho y le sirven a Tezanos para evacuar alguna pregunta de sus cuestionarios.

Pero Batet calla y no se sabe si otorga o no otorga.

Sánchez quiso convertir el Congreso en una taberna de baja estofa (¿estafa?) con el suelo hecho un cenagal y Batet –diligente ella- puso manos a la obra y lo consiguió, en silencio, con apenas tímidas reconvenciones al orden.

 

Junta de Portavoces, orden del día, suplicatorios, sustituciones, abandono de escaños, despachos de gestiones inconfesables y reacias a la investigación… todo en un silencio, más o menos amañado y con escasa información al exterior de lo que se cuece en la Cámara. Y cuando salen informaciones a la luz pública, lo único que se airea son las prebendas de dietas, viajes, precios subvencionados de cafetería, ordenadores, tabletas, móviles y hasta decoración de despachos.

Ni dice ni hace nada que no le haya indicado y mandado Sánchez. Lógico de toda lógica, por cuanto Sánchez ha ido colocando sus peones en lugares estratégicos.

Pero los peones también, aunque sea de tarde en tarde, dicen algo.

La carcajada: Dice Puig, el presidente valenciano: “En las elecciones de Mayo no se tiene que votar en clave nacional”.

¿Por qué lo dirá?

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