Por la boca…Pero Pedro, ¿tú sabes quién es Díaz? (que diría López)

Pedro Sánchez descartó nombrar ministros afines a Calviño en la crisis de Gobierno para no eclipsar a Yolanda Díaz.
Pedro Sánchez descartó nombrar ministros afines a Calviño en la crisis de Gobierno para no eclipsar a Yolanda Díaz.

Sumar es comunismo puro aunque le quieran reblandecer quitando la dureza a base de “sonrisiñas”, “guiñiños”, “abraziños” y “besiños”, amén de indumentarias “camufladoras”, como las de las monas que se visten de seda.

Dejando aparte biografías, historiales más o menos escasitos de resultados electorales y hasta trayectorias ciertamente “bellidodolfescas” (asesores buscar en la wikipedia quién fue y qué hizo Bellido Dolfos), lo cierto es que Díaz es una desconocida que Iglesias nombró ministra con la firma de Sánchez y después, también con la firma de Sánchez, colocó de vicepresidenta del Gobierno.

Por eso podría extrañar (extrañaría sino fuera porque en la política española ya no extraña nada) le euforia que exhiben algunos medios y algunos sectores por encumbrar a Díaz. Parece que es Díaz la que ha descubierto la pólvora y la que va a enderezar la vida pública tan necesitada “de la primera mujer presidenta del Gobierno”. Pero como ni su trayectoria anterior, ni mucho menos su gestión en el consejo de Ministros de Sánchez, justifican tamaño despliegue, habrá que concluir que se trata de una operación para sacar de la nada, a la nada.

Su gestión como ministra y como vicepresidenta ha seguido, al pie de la letra, la línea comunista de Podemos y, aunque menos escandalosa que Belarra o Montero (la de turismo en Nueva York), ha dado muestras de una total ineptitud, sectarismo, cortedad de miras y de pocas luces en las tareas gubernamentales.

Las únicas “salidas” en solitario de Díaz, lejos de la tutela de Iglesias, han sido todas ellas a raíz de considerarse “embarazada” de eso que se llama Sumar y que a estas alturas, nadie sabe si es una plataforma, un partido político, un camuflaje de Sánchez para deshacerse del gesto agrio y malhumorado de Podemos o, todo es posible, la culminación del “trepe” de Díaz desde que se instaló en Madrid.

Lo único cierto, de Sumar, de Díaz y de todos los que con ella aplaudían en el Magariños, es la ideología con las formas y el fondo del comunismo más rancio, que todos ellos llevan inscrito en sus mentes políticas.

Pero ahora a eso, a los mítines de la ropa “presumida” y a los “frotes” de espaldas ajenas, se le llama seducción, encanto y hasta influjo. Y se habla de Díaz como si fuese algo nuevo, algo inédito que traerá aromas de perfume caro a la política española. Y se saca de mangas, más o menos interesadas, la conseja de que Díaz es el gran catalizador de las elecciones, que para eso Tezanos es transparente y profesionalmente intachable, que diría Bolaños. 

Sumar es comunismo puro aunque le quieran reblandecer quitando la dureza a base de “sonrisiñas”, “guiñiños”, “abraziños” y “besiños”, amén de indumentarias “camufladoras”, como las de las monas que se visten de seda.

Sabido es que el comunismo, desde sus más remotos principios, es la única ideología que no admite adjetivos. Ni hay comunismo blanco, ni existe el comunismo desvaído, ni se conoce un comunismo tolerante, ni mucho menos un comunismo que, ni de lejos, huela un poquito a democracia.

 

Bien está que Díaz, Sumar y sus seguidores y corifeos sean comunistas. Lo que ya no está tan bien es que quieran esconderlo, ellos sabrán por qué, y que en sus mítines no aparezca ni se pronuncie la -se supone que para quienes la ocultan-  maldita palabra.

No se sabe (con Sánchez nunca se sabe y lo que se sabe es mentira) qué hará Sánchez con Sumar y con Díaz, pero, en cualquier caso, lo que se tiene que saber es que, si puede, se volverá a coaligar con el comunismo y si le dejan, cada vez se acercará más o dejará que se le acerque más, Díaz.

Es solamente un “poner” pero, ahora que Sánchez va a presidir Europa, no estaría mal que explicara a los europeos su querencia por el comunismo.

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