Por la boca… Sánchez se está cargando España y ya se ha cargado el Partido Socialista
Desde que salió por detrás de la cortina de Ferraz, corrida para ocultar votos y camuflar urnas, Sánchez, en plena conjugación del gerundio, se ha ido cargando el Partido Socialista. Ya no se puede emplear el gerundio porque la acción ha terminado y es pretérito.
Antes de que los distintos ministros de Educación “analfabetizaran” a los niños y jóvenes españoles, en las escuelas se aprendía que el gerundio de los verbos era un modo de expresar una acción continuada en el tiempo y que se estaba produciendo. De la misma forma se aprendía que el pretérito indicaba una acción que ya se había producido..
Empleando el gerundio del verbo “cargarse”, en su acepción más popular, se expresa que Sánchez se está cargando España, que mantiene una acción continuada y que, si Puigdemont y el comanditario Ortúzar no lo remedian, se la seguirá cargando en sus más variadas facetas, en los próximos cuatro años.
Por el contrario cuando se dice que Sánchez se ha cargado el Partido Socialista se expresa algo ya realizado, una acción que se puede dar por finalizada y que no se sabe si tendrá posibilidades de corregirse en un futuro.
Sánchez ha expulsado (acción pasada y consumada) a Nicolás Redondo Terreros del PSOE lo que, además de una villanía, es una decisión que consuma la desaparición de un partido político que fundara Pablo Iglesias y que -con sus más y sus menos, sus Largos, sus Prietos, sus Besteiros, sus Guerras o sus González- desempeñó importantes papeles en la historia más reciente de España.
Desde que salió por detrás de la cortina de Ferraz, corrida para ocultar votos y camuflar urnas, Sánchez, en plena conjugación del gerundio, se ha ido cargando el Partido Socialista. Ya no se puede emplear el gerundio porque la acción ha terminado y es pretérito.
Se levantan voces de los propios socialistas que han visto venir la disolución, pero esas voces nunca son de quienes fungen puestos, reciben sueldos y luchan por mantener un estatus, fundamentalmente económico, antes que defender otras cosas, por muy queridas que puedan ser para cualquier socialista.
Y luego están los que –Rodríguez (la de la portavocía) dixit- forman parte de la nueva generación y que van desde las piruetas de Escrivá, los bailes jacarandosos de Iceta, las memeces de Bolaños, los saltos y gritos (uuuhhh) puño al viento de Montero (la de la cosa fiscal), las tenebrosidades de Marlaska o los venenos destilados por Alegría, a las brumas europeas de Calviño, pasando por el Coto de Doñana que Ribera considera, cada vez más, su coto.
Y eso es a lo que Sánchez ha reducido al PSOE. Aplausos, reverencias idólatras, genuflexiones, zalemas y besamanos a un menguado líder -que solamente mantiene el tinglado de la farsa para seguir en el poder a costa de España y de su propio partido- mientras repiten como loros amaestrados los argumentos y las consignas que salen de La Moncloa.
Algunos sienten la curiosidad de saber qué pensarán los socialistas de la “otra generación”, cuando Joaquín Leguina -otros de los purgados por Sánchez- explica cómo en la ejecutiva del PSOE anterior a Zapatero estaba prohibida cualquier manifestación de alabanza o de loa a la gestión de los dirigentes.
Ahora, Sánchez en pleno mitin, afirma amenazante que buscará votos hasta debajo de las piedras. Y es lo que se dice por ahí: mientras no derribe el Escorial para rebuscar sillar a sillar… Porque puesto a derribar no hay quien le pare.
La carcajada: Dice Bolaños refiriéndose a la sentencia del Tribunal Supremo sobre los indultos en Cataluña que, sin entrar en el fondo del asunto, se ha limitado a declarar la falta de legitimación de Vox y Ciudadanos para interponer recurso: “El Gobierno está muy satisfecho de que el Tribunal Supremo haya ratificado la total legitimidad de la decisión valiente de indultar a los condenados. Ya todo el mundo sabe que fue una decisión acertada y útil que sirvió para la convivencia y para ir curando heridas en Cataluña”.
