Por la boca… Todos, y Sánchez el primero, a aprovecharse de la Constitución

Se pregonan sus carencias, se airean sus lagunas, se habla de sus obsolescencias y se mantiene a todo trance el caldo de cultivo de una Constitución inservible, pasada de moda y carente de sentido en la España actual, mientras se aprovechan de ella, unos y otros, y -supuesta su debilidad-  la interpretan como mejor les conviene en cada circunstancia.

En la mala (de maldad) doctrina política de Sánchez, esa de la supervivencia mediante la apropiación de todas y cada una de las instancias públicas -desde el Poder Legislativo y el Tribunal Constitucional al CIS, pasando por la agencia EFE o la Fiscalía- la Constitución no podía ser menos y, a la vista de las dificultades para cambiarla por otra a su medida, ha optado por mantenerla viva, con una vida muy precaria y siempre en entredicho para que pueda servirle de coartada a todos sus desmanes.

No es que la Constitución, su reforma o su sustitución estén de moda, salvo en los jipíos de Armengol, es que a Sánchez le conviene mantenerla en una especie de limbo de la “inservibilidad”.

La necesidad de cambios, o el intento de cargársela directamente, viene de atrás y lo peor de todo es que como nadie dice que es lo que quiere cambiar -salvo la rectificación semántica del art. 49, o la prevalencia del varón sobre la mujer en la sucesión a la Corona- nunca se cambia nada, mucho menos se intenta sustituirla y todo se convierte en un juego de reproches mutuos y de intentonas vacuas de cara a la galería.

Con la Constitución se pueden hacer tres cosas: Dejarla como está, reformar algunos títulos y artículos mediante los mecanismos que la propia Constitución establece y, por último, derogarla sin más y en su totalidad, comenzando un proceso constitucional.

Pero la realidad es que lo único que se está haciendo es pregonar sus carencias, airear sus lagunas, hablar de sus obsolescencias y mantener a todo trance el caldo de cultivo que interesa a Sánchez, de una Constitución inservible, pasada de moda y carente de sentido en la España actual, mientras se aprovechan de ella, unos y otros, y -supuesta su debilidad-  la interpretan como mejor les conviene en cada circunstancia.

Eso es lo que hace Sánchez, aprovecharse de la pretendida debilidad de la Constitución para saltarla y asaltarla.

Con la Constitución en plenitud y absolutamente respetada y acatada por todos, le sería difícil colar las leyes anticonstitucionales que ha colado y que seguirá colando (Pumpido mediante).

Con una Constitución desprestigiada, puesta constantemente en cuestión y supuestamente necesitada de amplias reformas, es decir enormemente débil, a Sánchez le es mucho más fácil culminar sus jugarretas.

 

Por eso no moverá un solo dedo para cambiarla o para hacer reformas de calado mediante un amplio acuerdo. No le conviene una Constitución prestigiada, fuerte, respetada por todos y por encima de ideologías, para mantenerse en el poder, pero sí le interesa una Constitución discutible por débil, maleable por obsoleta y vadeable por falta de autoridad o por una pretendida desafección de la sociedad.

Mientras, serán constantes las interpretaciones a la carta, las censuras a su falta de utilidad y las memeces de los tontos útiles, como esa tan traída y llevada de que cada generación tiene el derecho de aprobar y redactar su propia constitución.

La carcajada: Dicen que escribe Sánchez en un libro del que se declara autor: “Nuestro país tiene un problema de pluralismo periodístico. La España progresista no está representada en los medios de comunicación de acuerdo con su dimensión y su peso social”.

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