Por la boca…Pero ¿hubo alguna vez dos candidatos vírgenes?

Con todos los respetos para don Enrique Jardiel Poncela, el título de su famosa comedia se puede aplicar, por analogía, a los dos candidatos que, de momento, se presentan a la secretaría general del Partido Socialista Obrero Español. Naturalmente todo ello referido a la virginidad política. Y así como en la 'otra' raramente el sujeto se engaña a sí mismo y sabe perfectamente la situación de su virginidad, en la política parece que no se enteran o no quieren enterarse o, lo que es peor, no quieren que nos enteremos los demás.

Que a estas alturas de la vida política española tanto Carmen Chacón como Alfredo Pérez Rubalcaba trufen sus discursos de campaña de críticas al Partido Popular y a Mariano Rajoy por la situación económica, por el paro, por sus relaciones con Merkel o por sus decisiones en materia presupuestaria o fiscal, solo puede ser motivado por la circunstancias de quienes no se han enterado de que dejaron –políticamente hablando- su virginidad muy atrás y se la dejaron en gobiernos de Felipe González y de Rodríguez Zapatero y, además, ambos candidatos dejaron de ser vírgenes de forma estrepitosa.

A la vista de sus declaraciones no cabe duda de que se creen o nos quieren hacer creer que acaban de llegar a la política. De que nunca han sido ministros, de que nunca han tomado decisiones, de que nunca han participado en un Consejo de Ministros y de que llegan como candidatos sin 'estrenar'.

Pues no es verdad. Ambos tienen responsabilidades y muchas en tareas de gobierno que, además, no han sido demasiado afortunadas sobre todo en las áreas en las que ahora, sin sonrojarse, critican al Gobierno del Partido Popular.

Pero con ser eso signo de una cierta desfachatez, no es lo peor y sobre todo no es lo peor para el Partido Socialista. Lo peor para el partido y para sus simpatizantes es que son dos candidatos sin programa. Se dijo –lo dijeron, y con razón, algunos socialistas a raíz de la debacle electoral- que la regeneración del socialismo pasaba por las ideas y no por las personas. Ni una sola línea de los discursos habla de ideas, de programa o de proyectos para sacar del pozo a una formación política decisiva para la buena marcha de la política en España.

Se ha dicho pero hay que repetirlo. España necesita un socialismo fuerte, cohesionado, con ideas nuevas y capaz de volver a ilusionar a su electorado y capaz también de volver al poder cuando los españoles lo decidan, con garantías en todos los órdenes.

Y, por supuesto, capaz de hacer una oposición seria al partido que ahora está en el Gobierno.

 
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