Celaá: A la excelencia por la igualdad

Isabel Celaá, en rueda de prensa.
La portavoz del Gobierno y ministra de Educación, Isabel Celaá.

La ley Celaá ha sido presentada por una ministra ambigua, con apariencia de ser solvente y de estar en posesión de la verdad, sin apenas explicar contenidos y hurtando a la ciudadanía el verdadero sentido de sus pretensiones que no son otras que las que siempre han propiciado el comunismo y el socialismo que, en materia de enseñanza, jamás han cedido un ápice ni han dialogado lo más mínimo.

Hay mentiras -las preferidas de Sánchez- que consisten en prometer algo y en hacer lo contrario, en negar la realidad y además tergiversarla…

Hay otras mentiras que podrían pasar por “metafísicas” que se basan en hacer algo concreto y creer, o hacer creer a los demás, que lo que se propone es bueno y que se conseguirán resultados positivos para los ciudadanos.

La ley Celaá (que se enmarca en la obsesión de comunistas y socialistas por la enseñanza, por cercenar las libertades de los padres para que puedan ejercer sus derechos, en aherrojar los contenidos y en adoctrinar e ideologizar a las generaciones jóvenes, en las que no ven más que futuros votantes, para que “hagan y no piensen” con esa falacia de las “destrezas”, condenar las humanidades y la religión y “digitalizar” las materias a impartir) ha sido presentada por una ministra ambigua, con apariencia de ser solvente y de estar en posesión de la verdad, sin apenas explicar contenidos y hurtando a la ciudadanía el verdadero sentido de sus pretensiones que no son otras que las que siempre han propiciado el comunismo y el socialismo que, en materia de enseñanza, jamás han cedido un ápice ni han dialogado lo más mínimo.

Una ministra que, con su habitual aire de suficiencia fanfarrona y con ínfulas axiomáticas, afirmaba paladinamente que los alumnos de 0 a 6, ingresan con sus talentos, se supone que diferentes, en las escuelas y salen con el título de bachilleres -incluso con asignaturas suspendidas- todos con igual talento y con las mismas capacidades.

Ese es el gran logro de la ley, conseguir una supuesta excelencia y que todos sean iguales, con independencia de sus capacidades y de su esfuerzo. A eso se llama, lo llama la ministra, justicia y hasta equidad, porque no hay diferencias entre los egresados por razones socioeconómicas. ¿Y?

Todo muy demagógico.

Pues no es verdad. Es una gran mentira con la que se quiere enmascarar el ataque a la enseñanza concertada y a la privada, en las que los padres, dicho sea de paso, ponen su dinero  y, además, también con su dinero y sus impuestos, financian la pública.

La excelencia no es que todos los bachilleres sean iguales, sino que todos alcancen los máximos conocimientos y en un grado sobresaliente. Que todos partan con las mismas oportunidades para después obtener mejores o peores resultados, más y mejores conocimientos en función de sus talentos y de su capacidad de trabajo y de estudio. Y todos serán equitativa y justamente diferentes.

 

Y justicia es que los padres, puedan ejercer libremente su derecho a decidir  la enseñanza que quieren para sus hijos.

Las justificaciones y la coartada de Celaá son mentirosas. La incógnita es saber si simplemente se cree sus alegaciones o lo hace para engañar a propios y extraños y fundamentalmente a quienes, por libre decisión, llevan a sus hijos a colegios privados o concertados y además pagan dos veces.

Pero mientras esos hijos, que no son de los padres, no acaben siendo hijos –intelectualmente se entiende- de la ministra, todos contentos.

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