Las cenizas del ave

José Luís Rodríguez Zapatero salió de Zaragoza casi incinerado. Vamos que se soplaba un poco fuerte y se quedaba en nada.

Tanta alabanza y tanta aclamación sonaron en los oídos de la mayoría de la opinión pública a necrológica de urgencia. La semana había sido movidita entre los lapsus de Manuel Chaves y las ambigüedades de José Blanco. El comentario, Rubalcaba aparte, hablaba de un político amortizado que ya tenía puesta la fecha de caducidad.

Pero he aquí que tras la entrevista en Televisión Española, la foto empresarial-sindicalista y los arrumacos públicos de Angela Merkel, el ave incinerada ha resurgido –al menos aparentemente- de sus cenizas.

La entrevista fue como todas. ¿Preparada? Por supuesto. Pero que nadie piense mal: me refiero a entrevista preparada por los servicios competentes de La Moncloa. Posibles preguntas, actitudes, sonrisas, tono de voz, corbata, maquillaje y perfil bueno. Y no salió mal de forma, porque el contenido es como el bolero de Ravel.

¿Les suena eso de crear empleo a partir del segundo semestre de no se sabe qué año?

¿Les suena eso de estamos haciendo lo que creemos que debemos hacer?

¿Les suena eso de tenemos crédito y prestigio en el mundo entero?

¿Les suena aquello de ‘sólo lo saben dos personas’ y ahora ‘la carpeta de si me presento o no, ni la he sacado del armario’?

Las declaraciones de Rodríguez Zapatero son como las zarzuelas: le suenan más o menos a todo el mundo.

 

Pero la entrevista valió y ya quedaron menos cenizas y había un poquito más de ave.

Y quedaba más. Por ejemplo el llamado pacto social. Y la foto con ‘los interlocutores sociales’; una foto de manos juntas y entrelazadas que parecían los chicos de Pep Guardiola antes de empezar a ganar un partido; una foto en la que se ha colado de rondón la cifra del paro a modo de las otrora famosas caras de Belmez.

Y en la foto, los dos de siempre y dos nuevos, un ministro y un empresario. Un pacto que no se sabe muy bien por qué se ha querido comparar con el de Toledo. Pero hay que reconocer que en plan palacios entre Toledo y La Moncloa hay mucha diferencia.

El pacto es pura y simplemente un recorte en las pensiones. Y punto. No la toquéis más que así es la rosa.

Pero nos quedaba Merkel. Seis horas en primer tiempo de saludo dan para mucho. Eso de que Rodríguez Zapatero no sabe idiomas es una falacia: ‘ja, Angela, ja, ja, ja y más ja’. Lo que usted diga, faltaba más y para eso estamos. Es la historia de aquel mayordomo a quien llamaban ‘angelsíseñorymuchogusto’.

Lo que pasa es que Angela Merkel es alemana y ya se sabe que los alemanes son algo raritos en sus cosas. Por ejemplo, la señora Merkel, al revés que los novios antiguos, hace los arrumacos en público y se pone seria en privado.

De los arrumacos en público ya nos hemos enterado. De las broncas-órdenes en privado nos vamos a enterar.

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