Comunismo, pero con la “ligera molestia” de las elecciones

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Muchos empiezan a maliciarse que a Sánchez le gustan todas las medidas comunistoides que está tomando y que van más lejos del simple clientelismo o de comprar a los jóvenes a base de subvenciones limosneras. O sea que hay quienes creen que a Sánchez la va la marcha de lo comunista.

Se dice que todo lo que está haciendo Sánchez es para tomar la delantera a los comunistas de Podemos y restarles votos, sobre todo de la gente joven. Pero su afán totalitario, su manía por los bonos de beneficencia, sus ataques a la propiedad privada, sus decretos de merma de las libertades de los ciudadanos y hasta sus manías por intervenir en los más mínimos detalles de la vida de los españoles, va más allá de su necesidad de tener contentos a los comunistas que hay en su Gobierno y de contar con sus votos para seguir en La Moncloa.

Muchos empiezan a maliciarse que a Sánchez le gustan todas las medidas comunistoides que está tomando y que van más lejos del simple clientelismo o de comprar a los jóvenes a base de subvenciones limosneras.

O sea que hay quienes creen que a Sánchez la va la marcha de lo comunista.

Cada día, cada Consejo de Ministros, aparecen nuevas iniciativas de Sánchez que, si es cierto que pueden encuadrase en esa faceta suya de dar gusto a los comunistas, no es menos cierto que dan que pensar, y pudiera ser que a Sánchez todas esas medidas restrictivas de libertades, las iniciativas para suprimir la propiedad privada en ciertas actividades económicas, los confinamientos y el llegar al desideratum de una sociedad subvencionada, no le repugnaran demasiado, y que eso de la socialdemocracia sea una etiqueta de la que se desprendió definitivamente a su vuelta a Ferraz tras el destierro al que le condenaron sus propios conmilitones.

Pero Sánchez tiene un “problemilla” de nada, una “molestia” apenas perceptible, y es que en España hemos cogido la costumbre de votar cada cuatro años y esas elecciones hay que ganarlas para seguir “cambiando la sociedad”.

Y aquí se junta el hambre con las ganas de comer y se entra en el círculo  de que todas esas medidas también hay que llevarlas al BOE porque dan votos, cautivos pero votos, y hay que “ayudar”  a los jóvenes de 18 años, y a los animalistas, y a los verdes y al feminismo y a los separatistas y subvencionar todo lo que se pueda subvencionar e incluso aquello que constituye un ataque a las libertades, sean galgos o sean podencos, (siempre que se haya hecho el correspondiente cursillo aleccionador) y se tenga el carné de tenedor de perros o de lo que sea, que es de lo que se trata y no se esté en las listas de Castells por publicar en revistas científicas o de Montero (la de igualdad) por mirar impúdicamente o por no querer practicar abortos…

Es igual que Sánchez rocíe con subvenciones y sea el repartidor de bonos a domicilio porque necesite los votos de los beneficiados, o lo haga porque cede a las pretensiones de Podemos y de paso les resta protagonismo entre los “abonados”. La realidad es que una sociedad subvencionada, adormecida con el dinero público y anquilosada por la merma de sus derechos, es lo más parecido a una sociedad comunistoide.

Que a lo mejor es lo que ha Sánchez le apetece.

 

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