Una democracia manoseada

Manifestación en Zamora por le incendio en la Sierra de la Culebra
Manifestación en Zamora por le incendio en la Sierra de la Culebra

“Los números dan”, es una de las frases más repetidas entre nuestra clase política al hacer cábalas sobre las posibilidades de formar gobierno,  pero es una de las afirmaciones más fraudulentas de cualquier sistema que se llame democrático.

Ya estamos en campaña. Cuando aún no han desaparecido los carteles de las calles de Andalucía y como consecuencia de los resultados, se especula con el adelanto de las elecciones generales y se dice eso tan manido de “en clave electoral”. Como además las municipales y algunas autonómicas están a la vuelta de la esquina, el menú está servido.

Es el menú de siempre en el que nos colocan indefectiblemente el plato maloliente y caducado de que la democracia consiste en que los ciudadanos votan cada cuatro años a sus representantes.

Democracia y democrático son dos de las palabras más repetidas en cualquier conversación medianamente seria y, cómo no, en todos los discursos, mítines y alocuciones de la clase política. Y paradójicamente no hay palabras más prostituidas y más manoseadas en cuanto se pasa del lenguaje teórico a la plasmación real del sistema en la vida ordinaria de los ciudadanos.

“Los números dan”, es una de las frases más repetidas entre nuestra clase política al hacer cábalas sobre las posibilidades de formar gobierno pero es una de las afirmaciones más fraudulentas de cualquier sistema que se llame democrático.

Reducir la democracia a una votación más o menos inducida y más o menos trucada, cada cuatro años y que gobierne aquella formación a la que “le den los números” es la peor consecuencia que, de la democracia en pleno siglo XXI, puede sacar cualquier sociedad que tenga un mínimo respeto por la libertad de sus ciudadanos.

El sistema actual de la inmensa mayoría de las democracias occidentales, es en realidad una democracia mal entendida que ha degenerado en una dictadura que dura cuatro años.

Quienes así entienden las libertades ciudadanas y la salvaguarda de esas libertades y de la Libertad con mayúscula a la que tiene derecho cualquier ser humano, o conocen perfectamente el fraude al que están sometiendo a sus ciudadanos o están equivocados de medio a medio.

La sistemática dictadura de las mayorías que además ejercen su poder bajo el palio de la democracia, es la mayor usurpación de libertades a la que se puede someter a un ciudadano que, por las razones que sean y en uso perfecto de sus derechos, constituye una minoría.

 

Y así se asiste un día sí y otro también a la aprobación de leyes que, con el respaldo de la mayoría, conculcan no solamente esos derechos de las minorías, sino que también violan, de forma grave, principios que por su propia naturaleza son inalienables para el ser humano.

Un sistema que establece el gobierno de los elegidos por los ciudadanos, tiene que defender los contrapesos establecidos entre los diversos poderes. Pero cuando el líder del partido que ha conseguido el poder tiene en su mano desde las listas que agrupan a los posibles miembros del Poder Legislativo, hasta la designación de quienes han de ostentar el Poder Judicial, ese sistema falla por su base y se establece un totalitarismo democrático que hace inviable el ejercicio de los derechos de las minorías, que son tan respetables y defendibles como los de las mayorías.

Algo tan fundamental en cualquier sistema de gobierno como es la convivencia de la legitimidad de origen y de la legitimidad de ejercicio, deja de existir por cuanto, una vez conseguida la legitimidad de origen, desaparece toda exigencia en el ejercicio de esa legitimidad, supuestamente englobada en su origen y teniendo como única premisa, la fuerza de las mayorías.

Así, el derecho natural, la búsqueda del bien común, el derecho a la vida, la protección a la familia, la garantía de la libertad de enseñanza, el respeto a las opiniones de todos y a los intereses de las minorías etc. etc, quedan relegados a un segundo plano, cuando no desaparecen, porque “dan los números” y porque lo ha decidido la mayoría.

La mayoría electoral es un requisito de la democracia para llegar a gobernar, pero no es la democracia. La democracia supone algo más que obtener una mayoría de votos y por eso, una vez asegurada la legitimidad de origen, ha de ser refrendada constantemente por la legitimidad de ejercicio.

Una democracia basada únicamente en los números es alicorta y carente de las más puras esencias de autenticidad.

En democracia participan todos y todos han de ser tenidos en cuenta por minoritarios que sean. Lo contrario desvirtúa el sistema en su misma raíz.

La falacia tantas veces repetidas de que los ciudadanos cada cuatro años tienen la posibilidad de cambiar de gobernantes no exime a estos, en el ejercicio del poder, de tener en cuenta a todos y las opiniones legítimas de todos.

Los ciudadanos tienen derechos que los gobernantes han de respetar sea cual sea su número y sea cual sea el sentido de su voto; entre otras razones porque esos derechos son inherentes a la persona y no le han sido otorgados por ninguna mayoría de votos y mucho menos se derivan de la voluntad de ningún político.

Lo contrario es una democracia manoseada y prostituida y, lo que es peor, con el acuerdo de una pretendida mayoría que solamente lo es en los números.

Y que nadie se olvide de que antes que el derecho a votar, está el derecho a la Libertad. Con mayúscula.

La carcajada. Dice Sánchez a un ciudadano de Zamora en la Sierra de la Culebra: “Vamos a arreglarlo”.

Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato