El esperpento valleinclanesco domina la escena política. Desde el 'caña a España', al 'caña a la monarquía'

A la vida política española le está haciendo falta un ‘vallinclán’ que la obligue a mirarse en esos espejos deformantes de la calle de Álvarez Gato de Madrid. No es que las cosas no estén ya suficientemente deformadas, pero siempre es bueno que alguien lo ponga en primer plano.

Mientras llega ese ‘vallinclán’ bueno sería que el presidente del Gobierno dejara de mirar para otro lado que es de lo que le acusa, entre otras muchas cosas, Mariano Rajoy.

La semana ha estado metida en cosas demasiado desagradables –y más que nos aguardan- como para que la sonrisa de mascarilla de Rodríguez Zapatero disimule lo que pasa.

Ver y escuchar por televisión el pleno del Ayuntamiento de Humilladero proclamando la III República era esperpéntico. Escuchar que los componentes del tripartito catalán quieren que el Rey deje de ser el jefe supremo de las fuerzas armadas es esperpéntico. Los afanes de Llamazares por expropiar el Pazo de Meirás -y no se sabe muy bien, si también “Los Pazos de Ulloa” por aquello de que todo tiene que ver con la Pardo Bazán- es esperpéntico. Los saludos de Zapatero con Bush, son esperpénticos. Los presupuestos de Solbes –despensa llena, despensa vacía- y las partidas de Madrid para seguridad marítima y mobiliario de los ministerios son esperpénticos. Las manifestaciones catalanistas del “caña a España” en plena Plaza de Colón son esperpénticas. Los pueblos de Alicante colocando murales con el Rey cabeza abajo para demostrar su afán por pertenecer a los “paisos catalans” son esperpénticos

Pero quizás no podamos esperar más frutos de quienes nos gobiernan o de los que se sientan en los escaños del Congreso, donde hasta Marín se enfurece porque no funciona la megafonía y expedienta al oficial mayor.

Porque, vamos a ver, ¿qué razones tenemos para esperar algo coherente de la política catalana, cuando la saga Pujol amenaza con volver -no se sabe si el patriarca en cuerpo y alma o sólo en alma y que el cuerpo lo ponga el heréu- no sabemos si cogido del brazo de Joan Laporta que quiere, dicen, trasladar el palco del Camp Nou a la Plaza de San Jaime?

O ¿qué nos queda por ver o por escuchar de Rodríguez Ibarra que, aún retirado, quiere ganar batallas –como un cid de Extremadura- y pretende resucitar la mili obligatoria para que los ricos también se mueran en el frente? Y los soldados de cuota qué, ¿también los resucitamos?

Y, ¿no es esperpéntica la persecución de Llamazares, que ha descubierto un filón mediático en Meirás, aquel Pazo en el que dicen que doña Emilia Pardo Bazán escribía cartas subidas de tono a don Benito Pérez Galdós? Claro que Llamazares todo lo más escribiría esas cartas erótico-políticas a Fidel Castro.

Y, ¿no es esperpéntica la foto de Moratinos ‘afianzando las relaciones entre nuestros dos países’ con doña Maritxell Mateu Pi, ministra de Asuntos Exteriores de Andorra, que sólo les faltaba en medio la tuneladora de quita y pon que se han sacado de la manga las fuerzas vivas de Cataluña para hacerse fotos en la “reinauguración”?

 

Y en Madrid, -plagios incluidos- 35.000 ciudadanos votan el logo de lo de los Juegos Olímpicos. ¿Le parecerá a Gallardón todo un referéndum masivo? Pues no deja de ser casi la mitad del “Santiago Bernabéu”, que ya es una cifra. Esperpéntico.

Esperpentos aparte, lo mejor de la semana ha sido cuando el presidente del Gobierno dijo aquello de que “si gano, volveré a trabajar como he trabajado desde el primer día por el fin de la violencia y por prevenir cualquier tipo de acción terrorista”. Y en esa declaración no asusta que se empecine en negociar lo innegociable, ni que se empeñe en que los terroristas quieren el diálogo, ni que insista en algo que es imposible, ni que persista en el error de creerse capaz de cambiar el mundo. Lo que de verdad asusta es el matiz del “cómo”, porque, la verdad sea dicha, a la vista de los resultados, debería cambiar de forma de intentarlo.

Y a punto de finalizar la semana, reaparece el esperpento Ibarretxe, al que esta vez se une el esperpento de un referéndum con el que el lehendakari nos amaneza para octubre de 2008. Esperpento ilegal y anticonstitucional, pero esperpento al final.

Y, ante tanto esperpento, ya empiezan a dar igual las promesas electorales del Partido Socialista, y las justificaciones de la Vicepresidenta, y los silencios de Rajoy con lo de las listas del Partido Popular.

Y es que la “caña a España” es tal, que ya no importan ni la excarcelación de Julián Muñoz, ni la boda del cachorro Thyssen, ni lo que dice Anasagasti, por poner cosas importantes para este país de nuestros esperpentos.

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