Expertos a la violeta

Son, parafraseando a don José Cadalso, los expertos a la violeta que, como apostrofó el escritor y militar del XVIII, “son los que pretenden saber mucho, estudiando poco”

Raro es el día en el que el ciudadano corriente no tropieza con uno o varios expertos en las más variadas materias. Se enfatiza lo de experto como si lo que va a decir el susodicho fuera aquello del oráculo de Delfos.

Siempre ha habido expertos en las más típicas materias o actividades. Expertos en Bolsa, en psicología, en artes marciales… Profesiones que no tienen por qué soportar ese calificativo que más bien parece un camuflaje: geólogos, médicos, arquitectos, vulcanólogos, ingenieros, abogados, filósofos e incluso periodistas que analizan la actualidad y opinan sobre las noticias; pero, especialidades aparte, no son expertos sino verdaderos profesionales en su disciplina, estudiosos y científicos que, por lo general, dominan a fondo su materia y merecen toda la credibilidad y el reconocimiento a sus saberes.

También están los críticos de toda la vida y así sucede en los toros, el arte, el teatro o el cine, el deporte, la literatura e incluso la gastronomía y otras tantas actividades de las que informan cumplidamente y de las que dan su opinión normalmente fundada en conocimientos y en experiencia.

Ahora, tras la pandemia, lo que proliferan son los expertos (bien es verdad que se empezó con el pie equivocado del malhadado Simón, que dio para tan poco aunque se le viera mucho y en los expertos fantasma de la sociedad comanditaria Sánchez e Illa) y hay expertos, en gestión ambiental, en nutrición, en desarrollo forestal, en privacidad, en compras, en relaciones internacionales, en cosechas de cereales, en moda, en energías alternativas, en volcanes, en sequía, en la salud mental de Putin, en la senectud de Biden, en consumo de electrodomésticos, en alimentación infantil, en pinchazos discotequeros y hasta en circulación en patinete, que siempre están presentes y dispuestos a “expertar”.

Son, parafraseando a don José Cadalso, los expertos a la violeta que, como apostrofó el escritor y militar del XVIII, “son los que pretenden saber mucho, estudiando poco”

Y lo peor de todo es que se les da cancha y se les hace caso, porque incluso algunos han ascendido al grado de “influencers” y hay que  vestirse, peinarse, comer, andar, tomar medicinas y vitaminas y hasta hacer deporte como lo dicen ellos. Y hasta hay expertos en expertos, que los contratan, avalan, los pasean por los medios y los llevan a encuentros, conferencias, mítines y a saraos varios.

En estas últimas semanas han proliferado los expertos a la violeta, en protocolo, en la City, en la iglesia de Escocia, en liturgia protestante, en uniformes, en familias reales, en sombreros femeninos y en chaqués masculinos, en tumbas, en banderas, en castillos y en palacios y en gaitas; expertos en miradas y rictus risueños, aburridos o enfadados. Solamente han faltado, los expertos en Mary Poppins, pero es cuestión de tiempo.

Es la atracción de todo lo británico. Y por eso viene a cuento la mención a Don José Cadalso, el autor de “Los eruditos a la violeta”, militar de carrera que, ostentando el grado de coronel, murió en el sitio de Gibraltar, en 1782, acción con la que los soldados españoles intentaron liberar la plaza española de la ocupación de los británicos.

 

Decía Chesterton que “una sociedad está en decadencia definitiva o transitoria cuando el sentido común ha llegado a ser poco común”. Habría que averiguar si lo que ocurre en la sociedad que ha montado Sánchez, es definitivo o “se pasa” con unas elecciones.

La carcajada: Dice Calviño: “Si algo caracteriza a este Gobierno, es el nombramiento de personas expertas de reconocido prestigio, personas de una alta cualificación y que están altamente comprometidas con el bienestar de España”

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