La política hace extraños compañeros de banquillo. Mientras, Ibarretxe la ha cogido el ‘puntito’ a eso de los juicios y ZP a eso del paro.

Todo lo que rodea al lehendakari tiene algo de esperpéntico, pero lo del juicio está sobrepasando los límites de lo medianamente coherente. Si en anteriores comparecencias el espectáculo, agresiones incluidas, tenía mucho de valleinclanesco, la primera sesión del juicio ha rebasado todas las previsiones. Uno no sabe qué contemplar, si la presencia de Ibarrtxe y de Patxi López en un banquillo-sofá  tapìzado de una especie de terciopelo granate, o la puerta del juzgado con un Arzallus ‘apoyando’ con su sempiterna cara de enfado.

La verdad es que no deja de ser un espectáculo. Lo que pasa es que se está juzgando, con razón o sin ella, con tipificación o sin tipificación, a un presidente de una autonomía, azotada por el terrorismo, por reunirse con quienes están más cerca de los terroristas- eso que se ha llamado el entorno de la ETA- y cuando se trata de muertos, hay que hilar un poco más fino por más que Urkullu nos diga que el lehendakari cumplía con su deber.

Esperpéntico que los dos principales candidatos a presidir la autonomía vasca –uno de los cuales será lehendakari con toda seguridad- abran la campaña en un banquillo, por muy aterciopelado que esté. Esperpéntico, que los dirigentes del PNV vayan por la vida de víctimas y, lo que es peor, queriendo representar mucho más que lo que representan en la sociedad vasca.

Sería políticamente higiénico dejar las cosas en su sitio. Cada uno representa lo que representa e Ibarretxe –puede presidir a vascos y vascas- pero representa una ideología concreta y debe de saber que esa ideología no es la de todos los vascos y vascas.

En el caso del juicio –más o menos oportuno- se juzga a Juan Antonio Ibarretxe, por un presunto delito. Única y exclusivamente a Juan Antonio Ibarretxe. Ni se juzga a la sociedad vasca, ni a los vascos y ni siquiera se juzga al nacionalismo o al separatismo.

Eso lo sabe Urkullu por más que quiera disfrazarse de víctima y lo sabe Arzallus, por más que vaya a apoyar haciendo como se camufla entre los simpatizantes de su partido, pero procurando que todos le vean.

Esperpéntico José Blanco que, aun reconociendo que eso de los tres millones de parados no es demasiado bueno, se consuela contándonos que en noviembre fue peor y que le encantaría que siguiera la tendencia. Claro que como para marzo va a estar todo arreglado, para qué vamos a llevarnos un mal rato.

Quizás haya llegado el momento de que la oposición se deje de críticas a la actuación del Gobierno y de intentar que se desgaste solo por la situación económica y ponga las cartas boca arriba en el Congreso de los Diputados. A la vista de las encuestas, no parece que la táctica del desgaste ‘natural’ esté dando frutos y lo cierto es que los españoles no van a poder aguantar mucho más tiempo la situación. La clase política, los que dirigen, los del Gobierno y los de la Oposición tienen que tomarse en serio lo que está pasando, y hacerlo por encima de luchas partidistas y, más o menos, electoralistas.

Entre el esperpento y el optimismo estamos que nos salimos. En Barajas todo es normalidad y quienes han tenido que retrasar sus viajes casi 48 horas, no tienen más que consultar a la ministra ex Maleni y se convencerán de que no ha pasado nada.

 

Quienes se hayan quedado clavados en los alrededores de una gran ciudad –pongamos que hablo de Madrid- tras caer una mínima nevada o han estrellado su coche contra una valla, solo tienen que dirigirse al alcalde de esa gran ciudad –pongamos que sigo hablando de Madrid- y se percatarán de que todo transcurre con absoluta normalidad.

Cualquiera que crea en la división de poderes, no tiene más que oír como Blanco se sincera ante una decisión del Consejo General del poder Judicial :’si lo sé no los voto’, para darse cuenta de que las relaciones entre poderes –incluido el silencio del Constitucional ante el estatuto de Cataluña- son de lo más normal.

Y normal es, ¿cómo no?, el ‘camuflaje’ de la inmensa mayoría de los ministros, incluidos los encargados de los aspectos económicos, comerciales o laborales. Pocos dan la cara y los que la dan es para decir cosas absolutamente ajenas a la realidad.

Esperpénticos los fuegos de artificio de la financiación de las autonomías que ya no sirven ni de distracción.

Hasta resulta esperpéntico que Llamazares llame a Bono para decirle que ya tienen que empezar a trabajar nuestros representantes en la Carrera de San Jerónimo. Igual es que ahora, con menos cargos, se aburre.

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