Hacerse el noruego en Davos

Nadia Calviño.
Nadia Calviño.

Sánchez, tradicional él, no se ha hecho el noruego sino que se ha hecho el sueco y, desde que llegó a Davos, ha mirado de soslayo los desastres de la economía que preside y que no es necesario enumerar a quienes lo sufren diariamente.

Con esto del gobierno de progreso todo cambia y ahora, además de hacerse el sueco, está de moda, al menos en Davos, hacerse el noruego.

Un noruego que parece que es el presidente de eso que se denomina el Foro de Davos -y que no se sabe para qué sirve porque, que se sepa, nunca ha servido para nada- y cuyo apellido probablemente es impronunciable para un ciudadano de eso que los noruegos llaman con desprecio la Europa del sur, y que con toda seguridad no conocen el 99,9 % de los europeos, salvo algún noruego que le tuvo de ministro de Asuntos Exteriores, ha dado en aprovechar lo del Foro para elogiar, no la figura de Sánchez, cosa absurda pero obligada por cortesía, sino la magna obra del no menos magno economista que gobierna en España y se ha lanzado a calificar dicha gestión de milagro español.

Está visto que Sánchez, tradicional él, no se ha hecho el noruego sino que se ha hecho el sueco y, desde que llegó a Davos, ha mirado de soslayo los desastres de la economía que preside y que no es necesario enumerar a quienes lo sufren diariamente.

El caso es que no se sabe si recomendado por Calviño, que tanta mano se decía que tenía en los foros de Europa, Sánchez ha sacado pecho y de la hinchazón le ha reventado la chaqueta, más bien estrechita, (el sastre sigue a lo suyo) y ha comenzado a expectorar bondades de la economía española.

Bien está la expectoración sobre todo si hay que camelar a los potenciales inversores, pero aun así seguimos a la espera de los hombres de negro que no se fían de Calviño, que no se fían de Montero, la de la cosa fiscal, que no se fían de Sánchez y que si supieran quien es tampoco se fiarían de Bolaños, porque ya se sabe que el mayordomo siempre es el malo de la película. Y de negro o no, quieren ver lo de las rebajas penales de la malversación a ver qué es lo que van a hacer con su dinero.

Y el noruego elegíaco, ya se verá que tampoco se fía a pesar de sus arrobos monetarios, fiscales, inversores y hasta económicamente sumergidos y que animará a los hombres de negro a levantar alfombras y a enterarse de lo que pasa aunque no vayan a los supermercados ni paguen la factura del gas y vengan a gastos pagados.

Lo del noruego no tiene más que una explicación: o Sánchez le ha llevado un jamón y lo ha probado o quiere venir a Marbella a probarlo. O incluso las dos cosas.

Lo que parece claro es que Sánchez ya no engaña más que a un noruego despistado y no se sabe si también a los del Ibex –aunque a estos no es que los engañe sino que más bien se dejan engañar, vaya usted a saber por qué) a los que intentó hacer trampas en el juego de las sillas.

 

La carcajada: “Os agradezco que estéis aquí, jugando a la petanca a la hora de comer”, dijo Sánchez, se supone que emocionado, a los ancianitos/socialistas/afiliados en Parla.

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