Entre la impertinencia y la mala educación

Proliferan las ruedas de prensa en las que los protagonistas se salen de madre, muestran su mala educación y caen en la impertinencia más indeseable.

Es igual que se trate de un político populachero (más que populista), de un futbolero venido a más o de un famosillo de plató; todos tienen el exabrupto a flor de piel, la contestación desabrida en los labios y la mirada retadora frente al informador que interroga.

Discurren entre la prepotencia, la chulería y la indigencia mental, aunque más bien hay que pensar que se trata de un problema de carencias cerebrales, por cuanto la chulería puede ser de nacencia y la prepotencia, en semejantes especímenes, no tiene razón de ser.

Uno contesta a las preguntas porque la periodista le parece guapa, otro afea la indumentaria de quien trabaja en una rueda de prensa o el de más allá bromea sobre los apellidos del reportero. Todo un espectáculo.

A la vista de semejantes actitudes, hay que preguntarse si los periodistas tienen que aguantar carros y carretas por el solo delito de hacer preguntas en una rueda de prensa. Hay que valorar si estos sujetos, que además son reincidentes, no merecerían el más absoluto desprecio y la soledad total en sus comparecencias, comparecencias que -dicho sea de paso- aportan poco, son repetitivas, inanes y están plagadas de tópicos.

Está por ver que alguno de estos personajillos haya contribuido, con sus declaraciones, a lograr una información más completa e interesante para la opinión pública.

Para lo que dicen, lo podían decir en familia y nos ahorrábamos el viaje.

 
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