El mito – sofisma de Capello

La Real Academia de la Lengua define sofisma como “razón o argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso”. Y mito –en su cuarta acepción- como “persona o cosa a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen”.   Cualquiera de las dos definiciones parecen hechas para este italiano que ha regresado al Real Madrid a vender burros con mataduras y mantas con agujeros, domingo tras domingo.   Llegó como si hubiera inventado el fútbol y nos vendió las burras de su autoridad en el vestuario. Todo se redujo a regañar a Guti porque se sentó en el banquillo nada más salir a entrenar y a hacer correr a Ronaldo más que al resto de la plantilla. Un logro.   Después llegaron los fichajes que -además de traerse a su cohorte de italianos para eso que se llama el “cuerpo técnico” y que no es otra cosa que llevárselo crudo cuando en los equipos españoles hay gente más que preparada para hacer esas funciones- consistieron en reforzar la defensa y cubrirse las espaldas. Eso es lo que se llama el “sistema Capello” que es –entre otras cosas- jugar con cuatro defensas más dos pivotes defensivos en el Bernabéu contra equipos recién ascendidos.   La siguiente “venta” a la afición fue aquello de los 50 días, como si no hubiera tenido una pretemporada para haber preparado suficientemente al equipo con vistas a la liga.   A partir de ahí, de mal en peor, refugiándose en eso de que “el equipo no recibe goles y está más ordenado en defensa”.   Despropósitos como el de Helguera, masacrado en los principios de temporada; las dudas entre Cicinho y Salgado por no saber si quiere un lateral que suba o un lateral que defienda; el protagonismo de Guti, sólo justificado por un pase de gol cada tres o cuatro horas de juego; la puesta en duda de la titularidad de Casillas; la falta de un sistema de juego definido -nadie sabe a qué juega el Real Madrid- y el baile constante de táctica y de alineaciones aún dentro del mismo partido.   Y la gran coartada: los jugadores no trabajan, no entrenan, son figuras mediáticas, comen gominolas y están gordos. De acuerdo, señor Capello, y usted, ¿qué hace, aparte de cobrar y de poner a los profesionales como pantalla para salvar su pellejo?   Fabio Capello tiene una de las mejores plantillas del fútbol actual. Jugadores que han sido campeones del mundo, que son figuras en sus selecciones y que vienen de equipos en los que han triunfado la temporada pasada. Y, ¿qué hace? Por ejemplo, ir empatando con el Celta de Vigo en el Bernabéu y sentar en el banquillo al máximo goleador del mundial.   Pero eso no tiene importancia. A Capello le pareció que, contra los vigueses, el Madrid hizo el mejor partido de la temporada y hasta le gustó el equipo.   Siempre se habla de la edad de los jugadores y todos piensan que existen momentos en los que hay que saber marcharse. El Capello que hace unas temporadas entrenó al Real Madrid no es el que nos ha llegado con ínfulas de salvador. A lo mejor es que los años tampoco pasan en balde para los entrenadores –véase a Luis Aragonés-, y es que los reflejos ya no son los mismos, y la velocidad de decisión y la capacidad para darse cuenta de lo que está viendo cualquier aficionado no son las que eran. Ya no se entra con tanta agilidad en el deportivo ni se sale tan desafiante a las ruedas de prensa.   Lo único que ha demostrado Capello en esta “segunda parte” –que no sólo no está siendo buena, sino que es desastrosa- es que no tiene la menor idea de qué hacer con veintitantos profesionales que están entre los mejores del fútbol mundial.

 
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