Orgullosos de los indultados, desjudicializados los pecadores y todos honestos y honrados.

Sánchez es el afán que no cesa. Todo lo mezcla para el camuflaje, todo lo confunde para el escondite y todo lo oculta para el engaño. Lo mismo sirve para enjuiciar a los que enjuician, que se arrodilla en una mesa en la que los separatistas catalanes están sentados, que “sondea” un indulto, o que califica según su criterio a justos y pecadores.

Es cierto que cada día trae su afán. Con Sánchez no es que cada día traiga su afán, es que Sánchez es el afán. Una especie de sobresalto, de inquietud, de susto. De intranquilidad de los españoles a ver qué nuevas les llegan de La Moncloa con la nueva jornada.

Sánchez es el afán que no cesa. Todo lo mezcla para el camuflaje, todo lo confunde para el escondite y todo lo oculta para el engaño. Lo mismo sirve para enjuiciar a los que enjuician, que se arrodilla en una mesa en la que los separatistas catalanes están sentados, que “sondea” un indulto, o que califica según su criterio a justos y pecadores y mientras lanza a sus ¿galgos o podencos? a recitar consignas en los medios proclives repartiendo carnets de honestidad y honradez a condenados por el Tribunal Supremo o autorizando e impulsando el destierro del español en las escuelas de Cataluña.

Y una vez más, fue Zapatero -el gran precursor e iniciador de todos los desmanes cometidos por Sánchez en su calidad de mesías del progreso, de la ecología y del feminismo- quién en una imitación magistral, como todas las suyas, de Mr.Bean, destapó, en la campaña de las elecciones andaluzas la caja de los indultos a los sátrapas del orgullo.

Bien es verdad que en aquellos días se acercaba el tinglado “cabalgatil” de los orgullos de las mil iniciales y Zapatero no iba a ser menos y gritó a los cuatro vientos, en una mezcla insolente, el orgullo de los presidentes de la Junta de Andalucía pertenecientes al PSOE. Sin ningún desdoro, Zapatero podía haber empleado, en vez del vocablo orgullo, sinónimos como engreído, presuntuoso, altivo, fatuo, despreciativo o petulante, pero empleo lo de orgullo por todos y cada uno, con sus nombres y apellidos, menos con Griñán del que solamente se sintió orgulloso del apellido.

Y tras el orgullo las sentencias de cárcel e inhabilitación y el bochorno de todos los que ahora quieren tapar lo “intapable” con pecados y con injusticias.

Y mientras, Bolaños, Iceta y Rodríguez se “sumaban” a Díaz en la reunión de amiguetes para rifar a quienes les tocaba cargarse la autoridad de los jueces y el respeto a las sentencias, además de intentar que desaparezca el español en Cataluña.

Ya lo ha dicho, desde el otro lado de la mesa, Vilagrá -la que fue alcaldesa de Sampedor, el pueblo de Guardiola (Dios los cría...) “Tenemos al Estado sentado”.

¿No será que lo tienen arrodillado?

 

La carcajada: Dice Alegría la “educada” portavoz, refiriéndose al impuesto a los bancos y a las empresas: “No diré la persona, pero hace escasos días estuve con uno de los máximos dirigentes de una entidad financiera y me defendía claramente este impuesto. Me sorprendió positivamente su análisis sobre el poder retributivo”

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