La rehabilitación energética

A nadie puede extrañar la inacción de dirigentes y liberados sindicales porque nunca han trabajado con demasiado entusiasmo. Pero, ante la situación de descontento general en los trabajadores de casi todos los sectores, el silencio empieza a sonar demasiado.

Se cuenta el chascarrillo de aquel sargento que, durante la instrucción de los reclutas a sus órdenes, les decía aquello tan gráfico de: “cuando yo digo que hay que formar por pelotones, no es que hay que formar porque sí”.

Y es que a veces hay palabras y expresiones que se prestan al equívoco.

Cuando saltó la noticia de que el Gobierno de Sánchez iba a dedicar 100 millones de los de Europa, para la “rehabilitación energética de los sindicatos”, algunos bienintencionados pensaron que se trataba de insuflar a dirigentes y liberados nuevas dosis de energía para conseguir que, por una vez en su vida más o menos laboral, dedicaran sus afanes a trabajar con renovado entusiasmo.

Pero como en otras ocasiones, la expresión se prestaba al equívoco y los bienintencionados se equivocaban.

Eso de la “rehabilitación energética” se refería a las calefacciones y a las luces de las sedes sindicales, para que los edificios que albergan a líderes y liberados fueran más confortables y acogedores para vivir sus horas de ocio remunerado.

 A nadie puede extrañar la inacción de dirigentes y liberados sindicales, porque nunca han trabajado con demasiado entusiasmo. Pero, ante la situación de descontento general en los trabajadores de casi todos los sectores, el silencio empieza a sonar a todo volumen.

Aunque Sánchez se haga el loco, y las vicepresidentas -cada una según del pie ideológico del que cojee- hagan declaraciones más bien risibles sobre las manifestaciones de los trabajadores y la violencia callejera que se impone en algunas ciudades, lo cierto es que la situación es la típica para llevar a cabo una acción clara y decidida por parte de los sindicatos; pero lo cierto es que las centrales más significadas, UGT y CC.OO, están recluidas en sus cuarteles, esperando la llegada de los rehabilitadores para que suban los grados de la calefacción y la intensidad lumínica de las bombillas.

También los bienintencionados añoran los tiempos de líderes de la talla de Redondo y de Camacho que sin abdicar jamás de sus ideologías -socialista uno y comunista otro-  se enfrentaban a los gobiernos de turno y luchaban por el bienestar de los trabajadores, aunque, todo hay que decirlo, no siempre sus métodos fueran los más plausibles, ni los resultados de su luchas los más halagüeños.

 

Ahora es distinto. Ahora líderes y liberados sindicales viven de la sopa boba de las subvenciones que les llegan de Sánchez, mientras discuten del confort invernal y de los grados de calor más adecuados para sus despachos de los que da mucha pereza salir.

La carcajada: Dice Llop, ministra de Justicia ante la sentencia sobre el castellano en la escuela de Cataluña: “Hay que ejecutar esa sentencia. El Gobierno no tiene nada que hacer, sino que corresponde al propio órgano sentenciador darle impulso. Los procedimientos de ejecución tienen sus fases, hay que esperar a ver cómo se van resolviendo”

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