El secreto de la nevera

Como está vista la inutilidad de querer enterarse de lo que realmente pasó en la huelga de ayer, no es mal día para hablar de los árbitros de fútbol, sobre todo ahora que Iturralde se ha retirado, o le han retirado, del arbitraje.

En las mismas páginas de los periódicos y en los mismos espacios de los programas deportivos de radio y televisión en los que cada jornada se pormenorizan y se discute hasta la saciedad sobre las sanciones a jugadores y entrenadores, uno busca ansiosamente las sanciones-haberlas ‘haylas’- que han recaído sobre los árbitros que manifiestamente han errado en decisiones técnicas, disciplinarias o en la redacción de las actas. Y una vez repasadas las informaciones se llega claramente a la conclusión de que esos pormenores son absolutamente secretos y a lo más que se llega es a la metáfora de que al árbitro fulanito ‘le han metido en la nevera’ y eso de la nevera significa que le tienen una serie de partidos sin arbitrar.

¿Existe alguna razón para que los aficionados al fútbol, para que los que cada temporada pagan su abono, no estén enterados de las sanciones que se imponen a los árbitros? Pues sí, la hay: se trata de una ‘decisión interna del Comité Técnico de Árbitros’, una decisión interna que no aparece escrita en ningún lado pero que surte un efecto total y absoluto al igual que otra decisión, se supone que también es interna, para que los colegiados no hagan ningún tipo de declaraciones y que si las hacen sean ‘al final de sus días’, como árbitros se entiende, que es el caso de Iturralde y, aun así, esas declaraciones han acelerado el proceso de jubilación.

Todo un secretismo que solamente consigue que las sospechas y las divagaciones de los aficionados vayan, posiblemente, más allá de la realidad aunque hay que reconocer que la realidad arbitral en España es como para que cada uno se lleve sus secretos a la tumba.

Sin querer decir aquello de la forma y el sitio para ‘lavar los trapos sucios’, es evidente que cada domingo hay un montón de colada por hacer y que esa colada en muchos casos huele tan mal que no es bueno airearla.

O sea, que sigamos con el secreto y por lo menos nos quedará el agarradero del beneficio de la duda.

 
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