El tío de la pizarra

Cuando uno se tropieza con alguien del que sospecha que es tonto, siempre piensa si realmente es tonto o se lo hace. Cuando uno tropieza con alguien del que sospecha que le engaña, siempre piensa si el engaño es real o el que engaña se cree él mismo el engaño.

Cuando el ministro de Hacienda dice en “sede parlamentaria” (que diría un cursi) que en España los salarios no han bajado; las sospechas, ambas sospechas, adquieren caracteres de confusión mental.

Es claro que el Gobierno tiene que poner buena cara y que el ministro de Hacienda tiene que decir que los salarios están subiendo, pero además de que no le cree nadie, queda fatal, porque pensamos que nos quiere engañar o que se engaña a sí mismo, y uno no sabe qué es peor.

Hay que reconocer que el sentido de la oportunidad y las formas del señor Montoro no son las mejores para comunicar. Suele hacerlo a destiempo y con un tono entre chulesco y prepotente que no cae excesivamente bien. Y no es que caiga mal a la oposición sino que cae mal a la mayoría de quienes le escuchan.

No es fácil decir a los funcionarios que los salarios están subiendo. No es fácil decir a los millones de españoles cuya realidad es que llevan menos dinero a su casa cada mes, que los salarios  están subiendo. No es fácil decir a quienes siguen en el paro que las cosas mejoran. Y menos fácil es decir a los diputados lo de la pizarra electrónica. Ahora que estamos de recortes, se lo pudo ahorrar

Pero el ministro lo intenta y el intento casi siempre le sale por la culata, más que por lo que dice, por cómo lo dice.

Y el pasado miércoles tampoco tuvo su día, porque mientras las abortistas dejaban sus pechos al aire de la Cámara, el ministro de Hacienda, cuando decía que los salarios no habían bajado, para no ser menos, dejaba las vergüenzas del señor Rajoy también al descubierto.

Y es que hay coincidencias que no son de recibo.

 
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