El vértigo

Hay que reconocer que últimamente el Gobierno –y más concretamente su presidente- no está muy afortunado cuando de hablar se trata. O no dicen o cuando dicen mejor que no hubieran dicho.

En la copa de Navidad con los periodistas, Mariano Rajoy se inventa una especie de reto hacia Artur Mas y va y dice: ‘A ver a quién le da más vértigo’. Ahora va a resultar que lo que se está planteando en Cataluña es un problema de vértigo, como si se tratara de hacer parapente, de una carrera de coches clandestina o de quién es capaz de miccionar más lejos.

No es fácil medir el vértigo de Artur Mas y mucho menos dimensionar el de Rajoy, pero lo cierto es que aquí los únicos que empiezan a tener vértigos y hasta mareos son los españoles de a pie, que no saben a qué atenerse ni con unos ni con otros.

Entre los desplantes de Cristóbal Montoro, los casos de corrupción, los condenados que no pisan la cárcel, los delincuentes que salen de prisión, los jueces y los fiscales que se ponen de morros, los perros de Ruíz Gallardón, los libros de memorias, la Casa Real que se lía con las felicitaciones de Navidad, la presidenta de Andalucía que  ha decidido que su mano izquierda no sepa lo que recupera de la UGT o lo que da a la UGT de su tierra con la derecha, los correos que circulan entre unos y otros y que son de sonrojo,  las declaraciones escritas de Esperanza Aguirre, los áticos conyugales en Marbella, las subidas de la luz que no va a ver pero que haberlas haylas y demás ‘transparencias’ jurídicosocialespolíticosindicales que tenemos encima, con todo eso, el vértigo está servido, aguante más Mas o aguante más Rajoy.

Y es que entre la falta de nicotina y la copa de Navidad hay fiestas que es mejor no celebrarlas o celebrarlas en privado porque, como en casa de uno…

 Que igual es por eso por lo que la Merkel hace todo tipo de alianzas con tal de no abandonar el despacho que tan bien conoce y que después de tantos años ya debe de ser como su propia casa.

 
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