Sobre la paz y su mantenimiento en Europa

Parlamento Europeo.
Parlamento Europeo.

He podido dedicar unos momentos a reflexionar sobre aquella precoz pasión que tantas alegrías y habladurías me ha proporcionado. La primera semilla de nuestra Unión Europea se depositó un día como hoy del 1950, hace 70 largos años de aquel discurso pronunciado por Robert Schuman. Ese día se especificaron las bases de un plan pionero, sin parangón en la historia humana, que abogaba por la unión de las producciones de carbón y acero de dos países sin duda rivales como Francia y Alemania.

Carbón y acero no fueron materias primas seleccionadas por la fortuna, sino que fueron escogidas por ser ambos elementos necesarios para llevar a cabo una efectiva fabricación de armas pesadas, municiones y demás material de guerra. De este modo, con la extracción y producción de dichos materiales bajo el mando de una institución ajena, independiente y compartida por ambos gobiernos se buscaba hacer la guerra no sólo impensable, sino materialmente imposible en palabras del propio Schuman.

La declaración fue un éxito y no tardaron en sumarse, ya oficialmente en el 1951, Bélgica, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos. Es aquí cuando el árbol da sus primeros frutos y la niebla hostil de dos cruentas guerras fratricidas comienza a disiparse.

Hoy, 70 años después de que aquel luxemburgués huérfano, decidiera no sólo perdonar, sino llevar a cabo lo que hizo, disfrutamos de una Unión Europea de estados miembros en la que libremente nos movemos, exportamos, importamos y, sobre todo, vivimos pacíficamente.

Resulta prácticamente inconcebible hoy, como le hubiese encantado ver a Schuman, que hablemos de guerra en Europa. Es algo lejano, anacrónico, del pasado; no va con nosotros, tenemos otras prioridades. Y estarán de acuerdo en que es sin duda maravilloso que tengamos otras prioridades.

Sin embargo, muchas cosas cambian y han cambiado en estos años. En Europa golpeó la crisis del 2007-2008 como lo hizo en todo el mundo. El momento de la crisis no era el mejor para la Unión que daba sus primerísimos pasos con el nuevo y a menudo cuestionado Tratado de Lisboa y se acostumbraba todavía al Euro (€). Así pues, bien sabemos los españoles que el choque económico dañó con especial insistencia a los europeos y, más concretamente, a los llamados europeos del sur; una denominación dañina a la convivencia e inexacta y prejuiciosa en todo caso.

Desde entonces y, algún que otro país rescatado o fugado (o en proceso de fuga) después, la UE no pasa sus mejores horas. Problemas económicos, políticos, la globalización, el Tratado de Funcionamiento, Rusia, China, Estados Unidos, ..., tantos acusados que la condena se termina desvaneciendo entre tanto culpable y no termina de airar una respuesta seria a esos problemas que se nos plantean. Además, aunque debo decir no me sorprende, los culpables siempre acostumbran a encontrarse de puertas para afuera; tanto de la Unión, como de la ideología o sencillamente son consecuencia de la climatología macroeconómica mundial, siendo así, esta especie de vuelo que no despega, nunca consecuencia de nosotros los europeos, que conformamos dicha institución.

Estimados, si la Unión Europea “está mal”, “funciona mal” o “marcha peor”, no es por otra cosa que por ser vivo reflejo de nosotros, los europeos. La UE no es un ente con personalidad que cambia según los tiempos y el espacio; es una unión de estados miembros que cambia y sigue el camino que éstos mismos toman  previamente, de ahí que haya elecciones al Parlamento Europeo o que los gobiernos de cada estado configuren el Consejo de la Unión Europea, máximos órganos legislativos y residencias del poder de la Unión.

Es rotundamente falso que la Unión Europea no sea democrática, a no ser que entendamos por no democrático el funcionar de países como Alemania, España o los Países Bajos. La democracia representativa es el actual modelo a seguir y Europa es buen ejemplo en cuanto a funcionamiento institucional democrático.

 

Por si fuera poco, la Unión cuenta también, en sus diferentes órganos, con requerimientos de toda índole que aseguran la diversidad de nacionalidad de sus integrantes; lo que viene a decir que, salvo en el Parlamento Europeo, la UE se organiza a través de comités y diversos grupos de trabajo que buscan representar concretamente los intereses de cada estado miembro y de la Unión en conjunto.

A título propio, no diré que éste es el mejor modelo que hoy podemos tener, pero desde luego sí el mejor al que podemos aspirar. A todo esto en suma, cabe añadirle el hecho de que la Unión Europea no tiene ni ha tenido nunca un referente a seguir; nuestra institución más internacional es un caso único e inimitado en el mundo con un propósito muy claro, un funcionar indudablemente complejo y un futuro a día de hoy y desafortunadamente incierto.

¿Qué le sucedió al proyecto? ¿Por qué antes la gente se entusiasmaba con Europa y ahora ya no; o no tanto? ¿Cómo empezar? ¿Cómo solucionar esta situación?

Bien, no seré yo quien de la respuesta a las preguntas que cada día nuestros servidores públicos de Europa se plantean y replantean en despachos y continuas reuniones, pero creo que sí podría aventurarme a señalar, a mi juicio, el origen de esta crisis existencial de Europa.

La Unión Europea no es la única que sufre de ello. ¿Acaso nosotros los españoles no sufrimos de algo parecido? ¿existe España? ¿Qué es ser francés?¿Italia son dos países? ¿tiene sentido Bélgica? ¿Reino Unido de qué? Éstas son sólo algunas de las muchas preguntas sobre la mesa de muchos estados miembros hoy en día. La sociedad europea, alegre, abierta y disfrutona, parece incomodarse de su cómodo letargo. Hace décadas que no sucede nada y en nada debemos ocuparnos; como si la caída del muro de Berlín o los Balcanes fueran eventos tan lejanos como la guerra de la Oreja de Jenkins, la Toma de Constantinopla o la Batalla de Austerlitz.

Esta sociedad falta de grandes deseos, se regocija en su constante y cíclico consumo apariencia fabricada, o directamente falsa, en redes sociales y puestos en el sector servicios como máxima aspiración, parece recientemente haber descubierto que además son la mejor generación que ha pisado la faz de La Tierra y ha terminado por creérselo; creérselo sí, pero dejando de lado la enorme responsabilidad que supone el ser esa supuesta mejor generación de la historia. Es cierto que no puedo negar yo que hoy en día la gente tiene más formación, más esperanza de vida y más acceso, por así decirlo, a todo lo accesible. No obstante, me pregunto, ¿y qué? ¿qué hacen nuestros jóvenes? ¿a qué aspiran? ¿qué buscan en la vida? ¿qué saben? ¿qué no saben?

Pues bien, cualquiera que como yo se pare a mirar a su alrededor un instante se dará cuenta que en su mayoría, nuestros europeos buscan disfrutar y poco más. Una maravillosa descripción de una publicación de Instagram que sin embargo produce vértigos sólo de pensar como será este mundo en el que nos tendremos que desenvolver, en el que todos quieren disfrutar y ninguno ceder, sufrir, sacrificarse.

Se han abandonado las ideas de excelencia, de magnanimidad, de salir de la hoy llamada zona de confort a cambio del cortoplacismo más descabezado. Bajo esa máscara del disfrutar como motor del devenir, no veo sino un vacío cósmico de razones, memoria y buenas intenciones a las que aspirar. Al fin y al cabo, uno busca disfrutar consigo mismo y, si tal, acompañado de sus más allegados; el resto no son de mi incumbencia. El individuo europeo lo es todo y a la vez nada, es tan parecido uno de otro que resulta casi natural igualarlo con el 0, como si cada vida no valiera lo que debiera.

Total, no hay diferencia alguna entre sí. Pero claro, entre tanta deriva existencial que nos iguala a todos por abajo, en Europa, como todo va bien, todo funciona según lo previsto y ya poco relevante hay que hacer más allá del gesto y la fotografía, hemos tenido en buena cuenta volver a resucitar populismos dados por extintos en el 89 o incluso en el 45. Ideologías caóticas, románticas pasiones atractivas a los jóvenes de hoy en día que aprenden a empatizar y relacionarse a través de los lamentabilísimos y estériles personajes de Élite. Un saludo a todos ellos.

Ahora bien, no sólo es un problema de jóvenes como, a veces me olvido que tengo 20 años; discúlpenme; yo mismo, si no también de los no tan jóvenes. De aquellos que nacieron a partir de los 70 en una prosperidad y abundancia prometedora en el Viejo Continente que acabó por ser el origen de esa generación hedonista, vacía y con una peligrosa amnesia del pasado.

Esa generación que tuvo la buena suerte de nacer con; como falsamente piensa; todo ya hecho, comenzó hace bien poco a ocupar puestos de toda relevancia en los estados miembros y, por supuesto, en los distintos órganos de la Unión. Generación que, como alguno habrá podido adivinar, no buscó otra agenda política que buscar de inmediato el mayor disfrute para el mayor número sin reparar mucho en las consecuencias al largo plazo y, claro, olvidando por completo las cuestiones que habrían convertir a Europa y los europeos en un jugador relevante de cara a la escena mundial. Antes de continuar, no quisiera yo tampoco generalizar tan bruscamente, pues he tenido el gusto de conocer numerosas buenísimas personas y profesionales nacidos en este espacio de tiempo, así como muy variados personajes públicos por todo el continente dignos de mención, a los que querría disculparme de ahora en adelante.

No obstante, la realidad es que a partir de nuestro nuevo siglo, entramos en una constante política del gesto, de lo simbólico; política del adorno de pared: llenamos la casa de cuadros, pero nos olvidamos de terminar el tejado, la segunda planta y las sábanas de invierno de la habitación de los niños.

Si a toda esta desafortunada coyuntura social le sumamos la crisis del 2008, la del Euro y la actual; el diagnóstico es cuanto menos escalofriante. Hoy, Europa vuelve a ver cómo partidos de ambos extremos ideológicos cobran fuerza y relevancia en sus hemiciclos y cómo éstos parecen haber olvidado el último y mayor bien que la UE nos dio: la paz real y duradera entre europeos.

No se puede entender ni un punto de la abundancia y prosperidad europea sin ese pequeño gran paso de la paz; eso que Schuman y otros muy pocos cristalizaron hace 70 años. Sólo a partir de esa paz se pudo empezar a construir. Y, al contrario de lo que pueda parecer, fue realmente difícil. Aquellos estadistas no se conformaron con el gesto, con el cuadro del salón; aquéllos se molestaron en crear una espacio de paz, libertad y seguridad en un territorio en el que se venía derramando sangre los últimos veinte siglos sin apenas tregua. Y eso, estimados, eso es difícil.

Hoy, Europa olvida su propósito, sus raíces y su futuro, para entregarse a manos de insensatos y acomodados hijos del bienestar que entre serie y serie in streaming, dudo mucho, sabrán afrontar estas circunstancias tan difíciles que nos ha tocado vivir.

Hoy vemos cómo se ponen en constante cuestión y se someten a durísimas críticas las instituciones de la Unión Europea a cambio de respuestas anacrónicas, triviales, fáciles de envolver, empaquetar y enviar a la puerta de cada hogar al más puro estilo amazónico.

Con ello, líneas arriba me preguntaba sobre la solución que podríamos darle a esto, a este punto de aparente no retorno. Pues bien, como europeísta convencido y activista que soy, bien lo saben los que me conocen, no puedo evitar ser positivo. El Covid-19 es una crisis y, como todos esos momentos inciertos, de ello podemos sacar mucho bien. No será fácil y, de hecho, será difícil, pero Europa habrá de dar un paso hacia delante, posicionarse en la avanzadilla mundial y sufrir estos años posteriores de la crisis reestructurándose, ajustando sus cuentas pendientes y dejando bien claro a sus enemigos; autóctonos y foráneos; que la UE no ha recorrido ya 70 años de ejemplo a toda la humanidad para desvanecerse ante una de las tantas crisis que ha sufrido esta tierra a lo largo de su historia.

Habrán de ser momentos de hablar de la unión bancaria, de la unión fiscal y de la, especialmente acusada y vergonzosa en España, unión judicial real. Agárrense que vienen curvas, momentos complejos y situaciones dolorosas pero, no olvidemos que todo esfuerzo tiene su recompensa y que sólo de los grandes sacrificios nacen las grandes leyendas.

Precisamente hoy se cumplen 70 años de una.

Feliz 9 de mayo, día de Europa, a todos ustedes.

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