¿Existe una envidia insana y otra sana?

La envidia es un sentimiento muy común, que ha existido y existe en todo tipo de países y culturas. Para Jorge L. Borges “es un tema muy español. Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: es envidiable. ]La RAE la ha definido como tristeza o pesar del bien ajeno, o como deseo de algo que no se posee.

El envidioso no aspira a emerger de su  inferioridad; solo le interesa que al otro le vaya peor. No se considera capaz de conseguir por sí mismo, con esfuerzo, lo que envidia; sólo ansía que el otro no lo consiga. “La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.” (Francisco de Quevedo).

Dante Alighieri define la envidia como “amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos”. En el purgatorio de Dante, el castigo para los envidiosos era el de cerrar sus ojos y coserlos, porque habían recibido placer al ver a otros caer.

]La envidia es un  sentimiento de frustración por alguna carencia propia  que el envidiado no padece. Como consecuencia, el envidioso sufre rencor y resentimiento. En vez de aceptar sus carencias y luchar por eliminarlas, el envidioso se limita  a odiar a la persona que le recuerda su privación. Esto hace que, como afirma Bertrand Russell, la envidia sea una de las más fuertes causas de infelicidad, tanto en el envidioso como en el envidiado.

]Si dejamos que los malos pensamientos y sentimientos hacia otra persona  crezcan, causarán mucho daño, sobre todo el de dividir a las personas y causar discordias. Esto explica por qué la envidia es uno de los siete pecados capitales. El término “capital” (del latín caput, capitis, cabeza), no se refiere a la magnitud del pecado, sino a que da origen a otros muchos pecados.

 Una de las situaciones en las que suele brotar esa mala hierba que es la envidia es en la relación  entre colegas del mismo oficio, pero de muy diferente nivel profesional. Es el caso de los compositores musicales Wolfgang  Mozart y Antonio Salieri. Los dos fueron inicialmente amigos,  pero cayeron en la enemistad por culpa de la envidia de Salieri hacia Mozart.

 El envidioso no suele expresar su malestar de forma abierta, porque eso sería mostrar un defecto muy mal visto socialmente. Al ser un defecto inconfesable,  recurre a formas solapadas, como el desdén, la murmuración, la injuria o la burla. Por ejemplo, en el siguiente diálogo entre dos señoras:

-Mi marido es maravilloso. Todos los días me lleva el desayuno a la cama.

-A mí no me lo lleva porque no estoy tetrapléjica…

 

Otra situación propicia para la envidia suele ser la relación entre hermanos. A la frustración del envidioso por carecer de las cualidades del envidiado, se une la rivalidad por el amor y la atención de sus padres y por los recursos limitados de la familia, que deben  compartir. Caín no pudo soportar la superioridad moral de Abel.

Últimamente está de moda hablar, de forma coloquial, de “envidia sana”. En principio esa expresión nos resulta chocante, por contener dos términos antagónicos y contradictorios. Con ese eufemismo se expresa el deseo de adquirir alguna  buena cualidad o mérito que admiramos en otra persona, pero sin entristecernos por el hecho de que lo posea. No origina pensamientos ni sentimientos negativos hacia el otro; se actúa con un motivo constructivo: tratar de conseguir algo valioso de lo que uno carece sin dificultar la relación  entre los dos. Un ejemplo: “mi amigo ha conseguido un empleo tan bueno que siento envidia sana. Me alegro mucho por él y confío en que yo también lo consiga con esfuerzo al cabo de algún tiempo”. Por tanto, la envidia sana nos mueve a aprender y mejorar.

La “envidia sana” es admiración por alguna cualidad ajena ante la que reaccionamos de forma asertiva y proactiva. El admirado es un modelo y un estímulo para la autosuperación personal. En cambio, la envidia insana o maligna nos induce a reaccionar de forma destructiva. Para el doctor Alberto Cano “es un sentimiento de admiración distorsionado que se asocia al deseo de poseer algo que pertenece al otro, y también al deseo de que el otro deje de tener o disfrutar de ese algo”.

No hay dos tipos de envidia. Hay envidia y admiración. O, si se prefiere, hay admiración positiva y admiración negativa o distorsionada.

En la labor preventiva de la envidia es muy importante que los padres eviten las comparaciones entre los hermanos. El  menos capaz y alabado  suele sentir envidia hacia el más brillante y festejado de por vida.

Gerardo Castrillo Ceballos

Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra

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