De vuelta a Westfalia: la desglobalización

Mundo.

La globalización ha fracasado y se debe a un proceso que ha ido más rápido de lo que sus dirigentes podían imaginar y los ciudadanos soportar. Durante el próximo cuarto de siglo, el mundo va a dirigirse hacia una soberanía nacional volviendo al origen del Estado Nación de finales del siglo XVII.

Al igual que el feudalismo llevó a Europa a vivir en conflicto, el nacimiento de los Estados provocó una dominación total por su parte. Hoy en día, con una mundialización desmesurada ya no son un sexteto de países los que dictaminan o pueden cambiar las reglas del juego, sino que se suman decenas de ellos y ya no solo Estados, sino también organizaciones privadas muy poderosas.

La constante inestabilidad en la política internacional y el conjunto de elementos disruptivos de la geopolítica van a paralizar la globalización. Cuando se retome, la sociedad internacional estará dividida en tres grandes zonas con sus correspondientes subzonas: Estados Unidos–Europa; China–África Subsahariana; Rusia–Asia Central. Y el resto serán regiones sin bandera que elegirán al mejor postor, como es el Magreb, Oriente Medio, el Sudeste Asiático o Sudamérica.

Un escenario que nos recuerda mucho a la Guerra Fría, pero con un cambio importante y es que Europa ya no es el objetivo de EE. UU. sino el Indo-Pacífico, como así lo demuestra su Interim National Security Strategic Guidance 2021. Respecto a Europa, parece obstinada en seguir dependiendo estratégicamente de EE. UU. y la OTAN como así indica el Stategic Compass del EEAS, adoptado en marzo de 2022. Mucha seguridad y poca defensa, a lo que se sumará la creciente influencia de la OTAN después de la invasión rusa de Ucrania que acelerará los planes de Washington para que sus socios europeos aumenten el gasto en defensa, como ha sido el caso de Alemania y puedan hacer frente a Rusia dado que el Pentágono no lo considera como una amenaza global.

Pero la guerra en Ucrania ha demostrado que no hay que subestimar a Moscú. Aunque muchos informes apuntan que se va a convertir en un paria mundial, la victoria en Hungría de Orban y la de Vucic en Serbia, además del tímido backup chino y los precedentes de las derrotas de EE. UU. en Irak, Afganistán o Siria, auguran que la marginación rusa está lejos de ser una realidad, siempre y cuando empiece una desescalada auspiciada por el encomiable trabajo de Turquía.

Es el mayor exportador de gas y lo distribuye casi en su totalidad al continente más poderoso y abastece de cereales a países potencia regionales como es el caso de Turquía, Egipto o Arabia Saudí, siendo el mayor exportador de trigo. Estas dos materias primas serán las armas con las que se combatirá la Tercera Guerra Mundial y ahí es donde entra en juego África Subsahariana (ASS).

Quien domine este lugar del mundo controlará el mañana. Esto es algo que desde Pekín han entendido a la perfección, por lo que se están expandiendo a una velocidad vertiginosa, a través de un excelente soft power, como una nueva forma de colonialismo propia del siglo XXI, un área que cubre desde Senegal hasta Djibouti y desde Níger hasta Botsuana. Esta región cuenta con tres factores: energía; agricultura y geografía.

Su posición geográfica es única, contando con salida a los océanos Atlántico e Índico, a los mares Mediterráneo y Rojo, además de ser el punto de unión de tres continentes. Según estimaciones, la población se duplicará en esta área en 2050, con más de 2 mil millones de personas. Más de la mitad del aumento poblacional desde 2019 hasta 2050 tendrá lugar ahí. En cuanto a su poder oculto en el campo de la agricultura, ASS cuenta con una tierra fértil y con un margen de productividad muy mejorable, sobre todo en el Sahel en países como Malí o Etiopía. En cuanto a la energía, cuenta con más del 7% de reservas de petróleo y gas que podrían reemplazar al gas ruso con Nigeria en el inicio de la transacción, Argelia de por medio y finalmente España como distribuidor. Nigeria es el mayor productor de petróleo y cuenta con las mayores reservas de gas del continente, de ahí que el gasoducto Transahariano sea el inicio de una etapa nueva para la UE que cambiará el paradigma de la geopolítica. En la región menos desarrollada del planeta el uso de estas materias es muy escaso, por lo que puede exportar la mayoría. Y con esas ganancias poder invertir en educación, seguridad y defensa e infraestructuras, lo que generará estabilidad y empleo y disminuirá la inmigración.

Pero habría que recalcar que 26 de los 54 países de África se abstuvieron o votaron en contra de condenar la invasión rusa de Ucrania, es decir el 48%. De ahí que los pactos bilaterales aumentarán, algo propio del auge del nacionalismo también. Ya se está viendo en países como Francia, España, Holanda o Hungría. Y la influencia de las organizaciones internacionales, gubernamentales y ONG decrecerá y será sustituida por la de las grandes empresas. La próxima globalización estará basada en una sociedad de corporaciones y no de naciones, algo que agitaría al mismísimo Woodrow Wilson en su tumba.

 

Por lo tanto, lo que se conoce hoy en día como un mundo “globalizado” ha colapsado, ya que ha habido un gran problema de coordinación y de interdependencia. Algo que demostró la crisis financiera de 2008 y la pandemia del coronavirus. Esto ralentizará el ascenso de China, se acrecentarán los conflictos regionales y la neutralidad será un vago recuerdo de los despachos presidenciales. Mientras, EE. UU. va a ver como la economía mundial tendrá una alternativa al dólar, algo que ha acelerado la guerra en Ucrania. El dólar, para el otro “bloque” ya no es una divisa fiable y su involucración en las reservas y operaciones internacionales irá disminuyendo y entrarán en juego las divisas digitales y el yuan junto con el sistema CIPS.

Pero España puede sacar provecho de esta situación y convertirse en el país más importante de Europa tras Francia y Alemania. Pero, para ello, debe recuperar las relaciones diplomáticas con Argelia ipso facto, antes de que Italia se adelante, afianzar la territorialidad de Ceuta, Melilla y Canarias frente a Marruecos y promover la capacidad de la península para convertirse en el mayor distribuidor de gas de Europa y una fuente importante de energía renovable. Cabe destacar que España tiene la mayor capacidad de regasificación de GNL en Europa y dos gasoductos que le conectan con el continente. De esta manera, podrá ir recuperando la influencia internacional y regional que ha perdido estas dos últimas décadas y ayudar a adquirir la tan ansiada y esperada independencia estratégica de la UE.

Se presenta un escenario complicado para la política exterior europea que debe replantearse su círculo de alianzas y establecer una política preventiva mas no reaccionaria.

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