Torería

En la plaza, la torería es la cualidad que hace sublime lo imperfecto. Juan Mora tiene de eso hasta en el vestido.

De verde botella y cargado de oro se vistió el sábado, imaginando sin fe el gran triunfo de esa tarde. Él mismo ha confesado en la radio que no iba tranquilo, consciente de lo que pesan, a su edad, las malas tardes sin solución de continuidad. Pero menos fe tenía quien abajo firma, que en su anterior artículo declaraba excesivas la torería y las esperanzas de Juan Mora. Sírvame de lección.

La corrida de Torrealta fue mansita, pero como algunos se dejaron y los matadores torearon, todos contentos. Como Cuvillo, que lo demostró la víspera pese a un gran toro, hay ganaderos que se están excediendo en la cantidad de agua que le ponen al vino. Y cuando el vino está aguado, ya no hay quien se lo beba.

No deja de ser curioso que una corrida floja y baja de casta, aunque embista aquí y allá, sea buena para todos menos para la Fiesta, esa diosa pagana. Con toros sin emoción pero de embestida pastueña los toreros son felices. El público, al ver toreo bueno, disfruta y pide las orejas. El ganadero, consciente de la mediocridad de sus pupilos, se vanagloria de haber podido propiciar la gran tarde. ¿Y la Fiesta?, preguntará algún alma filosófica. Si esto es la Fiesta, corran a las plazas porque agoniza.

Afortunadamente, quedan ganaderos como Joao Folque (lo mío no es esfuerzo ni trabajo, es pasión y amor) que todavía conceden toda la importancia al rey del campo y selecciona los toros para disfrute del aficionado y reto del torero. Hablo de Palha, ganadería que matadores como Serafín Marín califican mala como el Partido Socialista de Cataluña en un alarde de ingenio que dice mucho de su inteligencia. Pretende el maestro defender los toros en Cataluña con su toreo insufrible antes que con la bravura de Palha. Así le va a Barcelona.

La faena de Juan Mora fue breve pero pareció eterna. Como ha escrito Antonio Lorca en El País, lo de Juan Mora no ha sido un faenón, ha sido una grandiosa obra de arte.Todo empezó con una media abrochada. Se gustó Juan llevando al toro al caballo a una mano, plegada la capa. Después hubo naturales que pararon los relojes. Uno sentía que respiraba varias veces antes de que el toro se descosiera de la muleta. Y a la salida de una serie, con la espada de verdad que lleva siempre, estoconazo.

Quince muletazos y estocada, como las grandes faenas de antaño. Calidad sobre cantidad. Repaso en toda regla a medio escalafón, figuritas jovenzuelas incluidas. No se me acaban los titulares para cantar lo que hizo Juan Mora en su primero. Sobre las dos orejas, excesivas, al habla Curro Romero: Las orejas sólo son despojos, y a mí los despojos me importan un carajo.

Curro Díaz estuvo enorme ante el quinto, un cabrón que se revolvía después de cada muletazo. En el tendido alguien comentaba que Curro, para estar bien, necesita un toro a su medida. Se la jugó en los terrenos de sol, exponiendo mucho, cruzado al pitón contrario, sacando muletazos limpios a pies juntos. Estocada de ley y oreja.

Morenito de Aranda, que ya dejó buen sabor de boca en San Isidro, toreó al natural como hacía mucho que no veía torear en Madrid. En parte gracias al pitón del toro, que embistió templado y muy largo durante varias series.

 

El de Aranda templó a la perfección, con las zapatillas clavadas en el sitio y la profundidad de la que sólo gozan los elegidos. No tuvo un fallo Morenito, que además supo adornarse por trincherillas celestiales que aún hacen resonar los olés.

Mató de un bajonazo que tuvo la suerte de caer en tarde triunfalista. La gente se tapó los ojos con sus pañuelos blancos y otra oreja coronó una de las mejores faenas de la temporada.

Ha sido una tarde muy bonita en la que tengo que dar gracias a Dios por obrar el milagro, decía Juan Mora antes de salir en hombros, dieciséis años después. Antes, había paseado las dos orejas con su hijo y agradecía a su mujer el apoyo de tantos años duros. Juan Mora había bordado el toreo, pero con sus declaraciones dio además una verdadera lección de valores.

Que tome nota la empresa (que repite otro año más) y anuncie de nuevo no sólo al triunfador de la temporada sino a toreros de su corte, como Pauloba y Frascuelo. Esa torería que tanto necesita la Monumental de Madrid.

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