Datos bancarios abusivos

La creciente cultura digital obliga a compaginar diversos derechos y deberes, pero nunca confundir la transparencia con la intromisión, y la profesionalidad de cajas y bancos no es un “cheque en blanco” para que pidan más datos de los que deben saber de cada cliente.

Cajamar Caja Rural –la primera caja rural española -, por ejemplo, se ha extralimitado al pedir a sus clientes que especifiquen si han tenido alguna actividad política en los dos últimos años, o si es familiar o allegado de alguien en dicha situación, indicando el cargo en caso afirmativo. Remitió una carta fechada el 30 de marzo, dando cuatro semanas de plazo, avisando de que el cliente podría sufrir el bloqueo de su cuenta u otro tipo de medidas, si no se remitísa el mencionado formulario. Sorpresa entre los clientes, y también para FACUA-Consumidores, que lo ha denunciado a la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD). En vez de rectificar, Cajamar ha contestado que lo hace en aplicación de la normativa legal, y ha detallado – ante el desconcierto y enfado generalizados- qué tipo de cargos han de contestar afirmativamente.

El departamento jurídico de Cajamar se ha lucido, así como los máximos responsables. Los clientes han comprobado que las demás entidades de crédito no piden esos datos, por lo que su indignación ha aumentado. Es una intromisión de Cajamar jurídicamente inaceptable, o las demás Cajas y Bancos son incompetentes, por no pedir esos datos que con tanta claridad defiende Cajamar como algo tan necesario que asusta a sus propios clientes. Le podría haber sido útil a Cajamar recordar el chiste de la autopista: un conductor oye por la radio que hay un vehículo que circula en dirección contraria, y reacciona con un “¡un conductor no, todos van en sentido contrario!”.

Cajamar se ha enrocado. El enroque es una juegada de ajedrez, y también una expresión que conocen bien los aficionados a la pesca, cuando dicen por ejemplo que han visto un mero enrocado. Enrocarse es trabarse, reiterar o esconderse, y en este caso Cajamar ha cometido un grave error. Cuando una persona física o jurídica se equivocan o así se lo hacen ver, honra rectificar, en vez de insistir tozudamente en el “sólo yo tengo razón”.

¿Y por qué sólo actividades políticas en los dos últimos años? ¿Hasta qué grado de parentesco obliga? ¿Cómo entender bien lo de “allegado”? Cajamar se ha metido en un laberinto, especificando que se asimila al cónyuge “la persona ligada de forma estable por análoga relación de afectividad”. Habría que debatir el término “estable” y lo que entienden por “afectividad”. Y cuando se adentra en determinar – siempre bajo su particular prisma, claro- quién es “allegado” el galimatías se multiplica.

Cajamar debe rectificar, pedir perdón a los clientes, y sacar lecciones de cómo tratar a los clientes, porque puede pagar su error de muchas maneras.

 
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