Enigmas del PSOE

Antes y después de las primarias del pasado 21-M en las que resultó ganador indiscutible Pedro Sánchez, se insiste por parte de todos los líderes socialistas en que lo importante es el partido, no las personas, y que es la hora de la unidad. Fácil de decir, cosmética necesaria, pero no es fácilmente creíble con un PSOE en las actuales circunstancias.

Los “pesos pesados” del pasado del PSOE apoyaron a Susana Díaz: Felipe González, Guerra, Zapatero, Rubalcaba, Bono… También lo han hecho los barones territoriales que ayudaron a la líder andaluza a defenestrar el 1 de octubre a Sánchez: Vara, Page, Puig, Fernández y Lambán. Los militantes, un poco más de la mitad de ellos, han aupado a Sánchez, rechazando un PSOE a la antigua usanza.

Ximo Puig, con su habilidad contrastada, lo tiene difícil. Sin embargo, ha reclamado “reciprocidad” en la lealtad, un mensaje que habrá que ver cómo lo entiende Pedro Sánchez. Pocos como Puig han dado sobradas pruebas de saber sobrevivir políticamente a circunstancias adversas. Ya se ha apresurado a decirle a Sánchez que se fije en el gobierno tripartito de la Comunidad Valenciana como un ejemplo: preside el PSOE, gobierna con Compromís y tiene el apoyo de Podemos sin estar en el gobierno.

Los próximos congresos socialistas dirán qué entienden unos y otros por lealtad. Algunos líderes tal vez se retiren, antes de ser retirados, y alguno será retirado por las nuevas fuerzas “sanchistas”. Lo veremos en los ya próximos congresos socialistas.

En ese clima volcánico, un partido como el PSOE que necesita rehacerse lo tiene más que difícil, porque se han hecho mucho daño unos a otros en estos meses, y eso no lo van a olvidar. Tardarán en cicatrizar heridas y bastantes ni lo harán: el “sanchismo” irá desalojando a los líderes “susanistas”, es una ley política evidente.

Y respecto a la pregunta de si con Sánchez el PSOE remontará, es una incógnita mayúscula, por la sencilla razón de que la mitad de los militantes no le han votado, tras comprobar una y otra vez su avidez de llegar al poder a costa de lo que sea, pactando con Podemos y con independistas. Un PSOE radicalizado puede perder votos, los de quienes temen a Sánchez. En ese escenario, puede ser que Ciudadanos le arranque votos al PSOE, y que Podemos rebase a los socialistas por pura inanición socialista.

Como epílogo a estos enigmas, cabe plantearse si veremos a un Pedro Sánchez como lo fue hasta el 1 de octubre, o será más sensato. No todo vale para llegar a la Moncloa, aunque su mujer siempre ha estado convencida de que llegará. Ha de reflexionar: un PSOE radicalizado tiene menos futuro que uno de centro-izquierda.

 
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