Fracaso y lecciones del Villarreal

Muchos temían el desenlace, pero una amplia mayoría contábamos con que el Villarreal se salvaría. Parece un mal sueño. Entre quienes estábamos en el estadio el pasado día 13, no se daba crédito a la dura realidad. Al acabar el partido, la afición, las calles de Villarreal, reflejaban la tremenda decepción, inesperada, sorprendente, precisamente en un año que hasta ha jugado la Champions.

Tensión durante todo el partido contra el Atlético de Madrid, atentos a los transistores para saber lo que sucedía en otros estadios, y epílogo de una Liga en la que la tensión ha estado presente durante los 38 partidos, porque el juego de este Villarreal –sin Cazorla y sin Rossi, éste lesionado- ya no ha sido el que encandiló a la afición y a todo el mundo. Pero ya en octubre escuché a un aficionado en el estadio del Madrigal, al ver jugar el Villarreal, algo premonitorio: “no hay más cera que la que arde”. El equipo ya no era el mismo, no se había acertado en los fichajes (Zapata, Camuñas, De Guzmán) y se anunciaba una temporada de sufrimiento, que ojalá no acabara en la tragedia del descenso, pero que sí se ha producido.

Hasta el último momento, se hablaba del “colchón” de los 4 puntos que tenía el Villarreal, parecía que la salvación era lo previsible, lo normal, y yo mismo escribí hace unos días que daba por descontado que el Villarreal se salvaría, y que es un ejemplo de club. Pues sigue siendo un ejemplo, aunque haya descendido, aunque parezca paradójico.

El gran artífice de este Villarreal es Fernando Roig. A él se le tributó una gran ovación por parte de todo el público, porque aunque habiendo descendido este equipo ha dado enormes alegrías a una ciudad mediana, a una provincia entera, haciendo realidad lo que podría parecer una quimera. Un Fernando Roig, visiblemente dolido y emocionado, acompañado por su hermano Juan, recibía un merecido homenaje de la afición, donde implícitamente se incluye la confianza en continuar la historia, sin que estos trece años en Primera sean un oasis o para guardar en una vitrina.

Es un equipo de Primera, y volverá otra vez a Primera de la mano de Fernando Roig. Ya demostró su capacidad de sobreponerse a la adversidad en el año 2000: tras haber estado en Primera un año, descendió en 1999, y logró que el equipo volviera a Primera en un año. La ciudad, la afición, también deben estar a la altura de este reto. El descenso es un golpe deportivo, económico y social; el ascenso requiere sumar apoyos en torno a Fernando Roig por parte de quienes han disfrutado de 3 participaciones en Champions –semifinalista en una de ellas-, 1 en Europa League, 1 subcampeonato de Liga, y tantas tardes de excelente fútbol en el Madrigal.

Fernando Roig tomará decisiones pronto. Acaba de declarar algo que plasma su talante, su conexión permanente con la realidad y su espíritu deportivo: “de los grandes fracasos –ha dicho- es de donde se aprende”. Gran fracaso y gran lección. Ha logrado que sea un equipo de una provincia entera y continuará apostando por la cantera. También deben tomar nota algunos que se habían acostumbrado a un Villarreal en Primera, y que ahora se dan cuenta de lo que han perdido: para volver en 2013 también deben arrimar el hombro ahora, por gratitud y por apostar por el futuro. El primer test será saber cuántos aficionados se sacan el carnet de socio para la próxima temporada, y cuántos miles de aficionados acuden en los primeros partidos de la temporada 2012/13.

El entrenador, Lotina, no ha sabido aprovechar el equipo. Tampoco lo hicieron Molina y Garrido, es verdad, pero es que en la elección de entrenador es donde ha estado uno de los grandes errores de esta temporada. Lo que es inadmisible es que Lotina, al día siguiente de descender, afirme que dentro de un tiempo se sabrá todo lo que sucede en Primera División desde hace cuatro años. Ha de asumir su responsabilidad y no sembrar de dudas, victimismo y acusaciones genéricas el complicado mundo del fútbol: el que tenga pruebas, que ponga nombres, acuse o denuncie, si quiere.

Fernando Roig sí ha sido más claro, como siempre, sin esconderse: es inadmisible la transigencia con ciertos clubs de Primera y sus deudas con Hacienda. Por ahí sí se puede y debe afrontar todo un mundo de privilegios de algunos equipos, incumplimientos injustificables y dejaciones de deberes de exigir con rigor a los equipos de Primera, como lo que deben ser, unas empresas deportivas “de primera”, como sigue siendo el Villarreal.

 
Comentarios