Pablo Iglesias lastra a Podemos

Iglesias sigue actuando, quiere marcar los tiempos y la configuración de un gobierno de izquierdas siendo el tercer partido en votos y escaños, y lo hace con una falta de respeto permanente y hasta chulería.

Su falta de respeto hacia el PSOE es insultante, permanente, con una táctica muy calculada de que Podemos parezca ser el que hace posible el cambio en España, y si no logra pactar con el PSOE tras la retahíla de humillaciones políticas a las que está sometiendo a los socialistas, desgastarlo todavía más, e incluso ir a la repetición de elecciones, en las que espera seguir creciendo en votos.

La “falta de respeto” de Pablo Iglesias sólo la ha oscurecido en España el penalti no-lanzado de Messi contra el Celta, dándole el pase a Luis Suárez. Ha sido espectacular el debate que ha generado, un modo de lanzar la pena máxima que por otro lado es perfectamente legal, por lo que me parece desmesurado el debate. Simplemente, vuelve a demostrar que el planeta-fútbol es muy poderoso, y que la gente necesita oxigenarse con otros temas que no sean los políticos.

Pablo Iglesias debería controlar mejor su chulería, en las formas – que lo es, adoptando posturas de “castigador” constante – y en el fondo, como se está demostrando. Aunque incluso en la chulería hay que reconocer que “interpreta” un papel que un sector de sus votantes aplaude y quiere, que es atizar a los partidos de siempre, es decir, PP y PSOE, en mayor medida a este último por intereses electorales de Podemos.

Una parte de los votantes puede aplaudir lo que está haciendo Iglesias, pero no creo que la mayoría. La mayoría de los votantes de Podemos, en mi opinión y por lo que percibo, querría que se suavizara, llegara a acuerdos de mínimos con el PSOE, y tocara poder. Sin embargo, Iglesias quiere acercarse y relegar al PSOE, como sea, sumando a los independentistas, dando prioridad inmediata al referéndum en Cataluña si gobierna.

El líder de Podemos está reclamando poltronas, empezando por él. Su programa económico asusta, con un incremento de gasto brutal y unos previsibles ingresos muy dudosos, pero ya se sabe que el papel aguanta casi todo. Quiere seguir jugando el papel de “enfant terrible”, temido como gobernante por la mayoría de los españoles, pero todo encaminado a desbancar al PSOE algún día, aunque sea sin gobernar Podemos.

Todo apunta a que Pablo Iglesias quiere nuevas elecciones. Lo que puede lograr es que el PSOE pacte con Ciudadanos, y que Albert Rivera ponga a prueba al PP pidiéndole altura de miras y sentido de Estado – como pide el PP, pero devolviéndole el desafío – para apoyar en asuntos de calado al PSOE y Ciudadanos. Curiosa carambola.

Y Ciudadanos presentarse como partido regenerador con un PSOE que arrastra una corrupción probablemente mayor que el PP, pero ya le dio el apoyo en Andalucía a los socialistas, donde la corrupción ha sido más que escandalosa. Rocambolesco.

A ello puede llevarle la chulería a Pablo Iglesias, todo para ser el primero habiendo sido el tercer partido votado, e intentar comerse al PSOE, el segundo partido más votado. No queda claro si predomina el ego de Iglesias o los intereses de su partido, aunque por ahora Iglesias y Podemos son una misma cosa, mientras Iñigo Errejón y compañía son meros comparsas.

 

En el teatro que estamos presenciando de las negociaciones tras el 20-D es difícil saber quién actúa más, quién antepone más su ambición a la gobernabilidad de España. Es difícil saber quién tiene el ego más subido, si Pedro Sánchez o Pablo Iglesias, mientras Albert Rivera pretende encarnar el papel de la sensatez y Mariano Rajoy está a la espera apelando a que el PP fue el partido más votado.

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