Podemos pierde fuelle

Lo mismo opinan diversos líderes de otros partidos políticos, que a la vez muestran su satisfacción por el paulatino debilitamiento de Podemos y confían en que vaya en beneficio sobre todo del PSOE y hasta de Izquierda Unida. El PP tiene su batalla en otro frente: Ciudadanos.

De todas formas, es bueno recordar la gran volatilidad que estamos viviendo en la política española, tanto en los sondeos como en los resultados. Faltan 40 días para las elecciones autonómicas y municipales, tiempo habitualmente escaso para variaciones en intención de voto, pero que en estos momentos otorgan un margen apreciable de dudas. Máxime cuando vamos oyendo  un día sí y otro día también la mejora de la economía y del paro en nuestro país a un ritmo insospechado, corroborado por todos los organismos internacionales.

Una pregunta ya clave ahora es: ¿se votará para castigar, o se votará para elegir a quien mejor pueda gobernar? Puede ser que la cabeza relegue a las emociones a la hora de votar, con un voto más reflexivo y hasta maduro. Ante esta posibilidad, Podemos tiembla cada vez más.

La elección de los candidatos autonómicos y municipales ha mostrado una escasísima movilización de miembros del partido de Pablo Iglesias, y a eso hay que sumar una larga serie de sondeos y encuestas de todo tipo - ¡y las que faltan hasta las elecciones del 24 de mayo!- que apuntan a que Podemos tocó techo, y ha iniciado una caída.

Un botón de muestra son las primarias para la lista autonómica en la Comunidad Valenciana.  Ganó Antonio Montiel para ser el candidato a presidir la Generalitat. No se requería el voto presencial, bastaba con votar desde el ordenador. El resultado fue demoledor: sólo un 18,2% de los inscritos en Podemos ejercieron su derecho a voto. ¿Es el partido que representa a una parte de la sociedad española que aspira a cambiar todo, si sólo se toman la pequeña molestia de elegir al candidato esos pocos inscritos? De los 40.370 inscritos en el partido, sólo 7.363 votaron.

Queda en el recuerdo la elección de Pablo Iglesias, en noviembre pasado. Participaron 107.000 inscritos, casi un 43% de los 250.000 militantes del partido en España. Buena participación, en un momento en que Podemos parece que alcanzó su techo. Pero desde entonces  la caída de Podemos sigue acentuándose.

El desinterés de los integrantes de Podemos por elegir a sus candidatos coincide con un desgaste generalizado del partido, fruto de su radicalismo escondido, los flirteos venezolanos y las propuestas que no calan en la sociedad.

Pero hay una interpretación distinta respecto a la baja participación en la elección de representantes. Puede deberse a una deliberada estrategia de Podemos, para aparentar que se desinfla e intentar sorprender el 24 de mayo. Aparentar que se desinfla para que los desencantados votantes del PP o del PSOE  no se movilicen el 24 de mayo, por  el “temor” a Podemos, que es real en muchos sectores.

Es decir, que Podemos puede haber adoptado la estrategia de “dormir el partido”,  como  me comentaba recientemente un político con mucha experiencia, viendo que, conforme más han hablado los líderes de Podemos, más se han metido en fangos y enredos. Tal vez han vuelto a su táctica inicial: no hacer casi nada, nutrirse sólo del hartazgo ciudadano.

 

En las elecciones europeas Podemos sacó un buen resultado con esa táctica de indefinición, pero ya llegan elecciones en que los españoles confían más para el gobierno cotidiano, municipal, autonómico o estatal.

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