La riada de Oliete

Una fuerte tromba de agua ha provocado que una considerable riada arroja el balance de un hombre todavía desaparecido –cuadno escribo estas líneas-, nueve pueblos sin agua y numerosos daños en campos y puentes. Las imágenes han sido impactantes, tanto que alguno al verlas ha pensado que podían ser de un país asiático.

Se ha desbordado el río Seco, que hace honor a su nombre, pues habitualmente está totalmente seco. Otros ríos en España, como el río Sed o el río Sequillo, también hacer honor a su nombre.

La riada ha pillado totalmente desprevenidos a los vecinos, que se apresuraron a recordar que ya habían avisado de este riesgo, pidiendo a las autoridades que se limpiara el cauce, como medida lógica de prevención. Ahora que se ha producido la riada, miran con cierto rencor a las autoridades por los oídos sordos y exigiendo responsabilidades.

No quito la posible responsabilidad de las autoridades, pero a la vez me parece que es una muestra más de que se reacciona con frecuencia en función de las catástrofes o accidentes. Como decía un profesor de autoescuela, el “paso cebra” pasa a ser un semáforo cuando hay un accidente. Así somos, y tal vez poco podamos cambiar, pero también es manifestación de que evitamos analizar qué podemos hacer para evitar accidentes o catástrofes, atisbar responsabilidades personales y no sólo estructurales o administrativas.

La limpieza del río Seco podían haberlo hecho las administraciones públicas, pero cuando hablamos de cuestiones de seguridad no podemos quedarnos tranquilos sin hacer nada. Esperarlo todo de als administraciones públicas supone dar por bueno que siga habiendo tantos impuestos - o más-, engordar el sector público, cuando ahora comprobamos que lo que toca es un sector público más eficiente y pequeño, con soluciones mixtas en que la sociedad civil intervenga más, y pienso que mejor.

Tareas como la limpieza de los cauces de los ríos o de los montes, para evitar riadas o incendios, podrían recaer en persons que perciben la prestación de desempleo, voluntarios de ONG que perciben subvenciones para cuestiones medioambientales, o en asociaciones vecinales concienciadas con sus problemas -¡y sus soluciones!-, o simplemente en grupos de vecinos que se limiten a quejarse y pedir. ¿Es esperar demasiado de los españoles?

 
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