Los datos en el periodismo político

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, frente al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante el debate cara a cara en Atresmedia.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, frente al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante el debate cara a cara en Atresmedia.

Todavía recuerdo con perplejidad una curiosa escena que tuvimos la oportunidad de vivir durante aquel debate entre los candidatos a la presidencia de gobierno en España, Rodriguez Zapatero y Mariano Rajoy moderados por el presidente de la Academia de Televisión, Manuel Campo. En un momento concreto del mismo, el candidato socialista le espetó al líder del partido popular lo siguiente: “porque cuando usted estuvo como ministro de Educación, fue cuando menos becas hubo en España”, a lo que el señor Rajoy contestó: “Perdón, pero precisamente cuando yo fui ministro de educación fue la época en la que más becas hubo en nuestro país”. Fin del debate. Se acabó el asunto querido ciudadano, piense usted lo que quiera porque desde luego nadie le va a sacar de dudas, el moderador- cronómetro, no está para eso y vaya usted a saber de dónde han salido esos datos y cómo se está valorando el más y el menos.

Han pasado un montón de años y no sé si usted se ha enterado de quien tenía razón, yo desde luego, no. Y cuando todavía colean acusaciones de unos y otros de todas las anteriores campañas electorales asistimos al superdebate a dos, en el cara a cara Sanchez- Feijó, del pasado lunes 10 de julio, que está ofreciendo innumerables ocasiones de ataques desesperados con acusaciones mutuas cruzadas de mentirosos patológicos sobre datos de las más variadas cuestiones.  Llevamos ya varios días polemizando en casi todos los medios de comunicación sobre esta cuestión, sin que se llegue a ninguna conclusión. Pero, vamos a ver, ¿tan difícil es salir de dudas?, ¿tan difícil es ofrecer el dato real?. Pues sí, al parecer la dificultad estriba precisamente en el reconocimiento de esta afirmación que me atrevo a postular: “Los datos son objetivos hasta que alguien quiere utilizarlos”, no hay nada más objetivo que un dato aislado, descontextualizado, frío. Y no hay nada más subjetivo que un dato aportado en una discusión, que un dato explicativo. Los datos, vistos de esta manera, se espetan, se enarbolan, se escupen, se usan de forma articulada y artera para desmontar el argumento del enemigo.

Bueno, todo esto se podría considerar razonable en política, comprensible en una campaña electoral como parte de los argumentarios lanzados entre los diferentes candidatos, lo que ya no tiene ninguna justificación y desde luego me parece una falta de profesionalidad grave, es que los medios de comunicación, los periodistas, utilicen esa misma táctica. ¿Qué está ocurriendo?, resulta una falta de respeto intolerable con los destinatarios de los mensajes periodísticos, que nuestros profesionales pierdan la objetividad de forma flagrante y esgriman los datos en sus interpelaciones como si se trataran de hábiles superagentes al servicio de una verdad suprema confeccionada previamente. Esa actitud, que lamentablemente está siendo demasiado habitual dentro del periodismo deportivo, la de los periodistas-forofos, empieza ya a manifestarse de modo muy preocupante en el periodismo político.

 Desde que la verdad estadística dejó hambriento al que no probó el medio pollo que le correspondía en el reparto teórico, resulta muy aventurado concluir de forma tajante y operativa con la simple referencia de un dato aislado. Las estadísticas tienen su misterio y desde luego los famosos gráficos que suben y bajan con variables comparativas infinitas, pueden demostrar una cosa y su contraria a voluntad del prestidigitador que los quiera utilizar. Por eso en un ejercicio libre y responsable del periodismo político es muy conveniente poner los datos en boca de los políticos y desde luego pedir la fuente de las cifras o los datos que esgriman para que los destinatarios del mensaje sepan a qué atenerse con unos y otros.

Los datos por otra parte y sus diferentes manipuladores, son referencias totalmente lícitas y hasta necesarias para el buen periodismo político. Philip Meyer, acuñó el término “periodismo de precisión” para calificar el uso de los big-data y sus sugerencias. En la segunda y la tercera derivada del uso de los datos, las fuentes pueden quedar mucho más ocultas e incluso enmascaradas y no digamos con la aplicación de tecnologías basadas en la Inteligencia Artificial. La responsabilidad del mensaje siempre tiene que atribuirse a un profesional cuya finalidad-no lo olvidemos- debería ser la de comunicar con la mayor eficacia posible la información veraz pertinente, y si un dato puede hacer llegar a conclusiones falsas al receptor del mensaje, su utilización se debería someter a criterios profesionales rigurosos con la necesidad de completarlo, corregirlo, atemperarlo, o complementarlo.

En el periodismo ocurre como en la mayoría de las materias, hay buenos periodistas, malos, medianos y sucedáneos. Por otra parte, se siguen discutiendo cosas sobre el periodismo sin considerar sus avances académicos y científicos. Sólo en la Universidad Complutense de Madrid se ha investigado profusamente y se han defendido numerosas tesis doctorales sobre esta cuestión, sin que nadie considere útil ni necesaria su utilización.

Los datos hablan por sí mismos, pero para que digan algo coherente, inteligible y veraz, hay que hacerles aparecer con inteligencia, con pericia y con ética. En definitiva, con profesionalidad.

 
Comentarios