Enseña tus gayumbos

Ni hippies, ni yuppies, ni “bobos” (burgueses bohemios). La nueva clase triunfadora está integrada por ellos: los enseñadores de gayumbos. Basta dar una vuelta por tu ciudad para percibir el éxito de esta nueva elite social, un colectivo juvenil que nada en la abundancia, trasgresor y alternativo, que pulula por la rúe sin complejos.

Han sido criados a tutiplén, a base de marcas e indolencia, y ahora reivindican su propio yo, que parece haber quedado sepultado en el envite. Tratan de armonizar una naturalidad indígena, con una imagen cálida, rústica, cómoda, artesana, sensata y muy sincera.

La nueva clase púber irrumpe así en nuestras vidas con esta modalidad de “puertas abiertas”, caracterizada por los calzones a media asta y el gayumbo floreado a la vista del personal. Como si dijeran: Fíjate si soy “transgre” que no tengo secretos. Nada de intimidades, parecen ir gritando. No me preocupa mi apariencia (no pienso dedicarle un minuto): yo me dejo ir.

Viéndoles hormiguear por nuestras calles, me viene a la cabeza lo sucedido con la ministra de Vivienda, María Antonia Trujillo, pura desinhibición y trasgresión. A ella tampoco parece importarle mucho haber dejado al descubierto una vez más las “carnes” del Gobierno.

Lo importante es moverse sin complejos, aunque sea a costa de tropezar dos veces en la misma piedra. El jueves, Trujillo afirmaba en el Senado que el Plan de Vivienda no entraría en vigor hasta 2006, después de haber anunciado la puesta para marcha en 2005. Ocho horas después, el Departamento enviaba un comunicando volviendo a sus compromisos iniciales.

El viernes pasado, dos días más tarde de haber defendido el “apagón” estadístico sobre la evolución de los precios de la vivienda, la ministra anunciaba la difusión de las últimas cifras contabilizadas del mercado inmobiliario correspondientes al segundo trimestre, que guardaba en un cajón desde el pasado mes de agosto. El talante cambiante del Gobierno, al descubierto por esa sinceridad que nos va perdiendo.

En la misma línea, de indolente exhibición de las miserias internas, se ha movido estas semanas el PP madrileño. Esperanza Aguirre, la chica tranquila de la sonrisa beatífica e inocente, nos ha revelado el alma de tigresa que llevaba escondida. Y a la vista de todos quedó el ansia devoradora de poder de la presidenta, que no se detiene ni ante un “tren de mercancías” llamado Alberto Ruiz Gallardón.

Gallardón sale herido del envite. No ha podido disimular tampoco –pelillos a la mar- lo mucho que lleva esperando, la quina tragada todos estos años. Al regidor le han perdido los deseos de mando, en una profesión como la suya, más propia de gallegos taimados y diplomáticos que no revelan la jugada hasta después de haberse apuntado el tanto. Gayumbos en Madrid, en definitiva.

Y por último, qué decir de la sorprendente auditoría de la Intervención Delegada de Hacienda sobre RTVE del año 2001, que El País publicaba este sábado a todo trapo. ¿Que resulta que el presupuesto diseñado por la nueva directora general del ente, designada por el PSOE, es una copia parcial, pero significativa, del balance del pasado año? Desviamos la atención enseñando los calzoncillos de la cosa pública, a través del diario amigo.

 

¿Que la audiencia de la cadena de Prado del Rey comienza a rayar cifras de escándalo, en una caída sin precedentes en la historia de la televisión nacional? Pues filtramos unos folios interesados, de indudable interés para la ciudadanía (no se pone en duda), pero más reveladores aún si se acompañaran de los mismos informes sobre el estado de TVE en los socialistas años 90, por poner un caso. Para tener una imagen global del calzón, no es por otra cosa.

En fin. Ellos están ahí y marcan la moda. Habrá que irse adaptando a los tiempos para no ser tachados de anticuados e involucionistas, Dios nos libre. Toca escenificar ahora ese nuevo modo de vida del fuera tapujos, del muéstrate al natural, ponte cómodo y déjate ir. El problema es que algunos pueden acabar en el intento como el desventurado Buttiglione: empalados.

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