Votar tapándose la nariz: ¿es esto lo que nos espera?

Escucho a los economistas explicar, cada vez con más frecuencia, que los casos de corrupción política son parte del problema de la brutal crisis económica que padecemos. Como mínimo, advierten, las noticias sobre nuevos servidores públicos descubiertos robando o colocando a sus amiguetes en puestos públicos minan la confianza de los inversores.

Con la reputación de los políticos por los suelos no llega el crédito, porque muy pocos se fían de la capacidad de nuestros dirigentes para lograr un cambio en nuestras cuentas públicas, gobernar con honestidad y tomar las mejores decisiones sobre el país.

Sin embargo, la democracia y sus políticos parecen ser necesarios. Decía Lord Acton (1834-1902) que “el poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”. Claro. El totalitarismo (de cualquier escudería) podría ser considerado en sí mismo una perversión.

La democracia no es perfecta. Pero parece el régimen menos malo.

Estamos exactamente a un año de las próximas elecciones que se celebrarán en España. Serán las Europeas, que serán convocadas previsiblemente en mayo de 2014. Con esta situación que atravesamos se hace muy difícil pensar en el voto.

Los militantes no tienen problema. Votan a fondo perdido, casi dan un cheque en blanco a los suyos. Simplemente por eso: por ser de los suyos y no de los otros. Pero el ciudadano medio es harina de otro costal.

En las actuales circunstancias votar a quienes nos representan va a costar mucho. Y lo que es peor: contando con esa gente que acudirá prietas las filas a apoyar a los suyos, la abstención pierde también su posible carácter punitivo. Porque ayudará a que los políticos sigan instalados en sus poltronas.

Creo que fue el famoso periodista italiano Indro Montanelli el que dijo aquello de que en circunstancias como estas habría que acudir a votar “tapándose la nariz”.

¿Es esto lo que nos espera? No me convence mucho, la verdad.

 

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