El colesterol de José Bono

La escena me la describió un conocido que trabaja como profesor en un colegio de Madrid. Periódicamente, le toca ser el “vigilante” del comedor, donde los niños dan buena cuenta de su almuerzo. Condición indispensable para abandonarlo hacia el recreo es que los platos estén “limpios”, sin restos de comida abandonados por capricho. Me contó que un crío de apenas metro y medio se acercó un día a la salida sosteniendo su bandeja, en la que destacaba un espléndido plato de lentejas prácticamente intacto. El profesor miró al alumno con cara de pocos amigos y el chaval, señalando la escudilla con la cabeza, explicó, con apenas un hilo de voz: —Es que tengo alto el colesterol. Mi amigo a duras penas pudo contener una carcajada ante la salida del pequeño. Y me confesó que ese día, un chico de apenas 8 años disfrutó de su tiempo “extra” de recreo a pesar de haber devuelto intacta a las cocinas su ración de lentejas. Este Gobierno parece también empeñado en darnos gato por liebre. Nos toma por benévolos ciudadanos deseosos de condescender con el ocurrente chiquillo, o ha decidido hablar del colesterol que le aqueja y hacer de su capa un sayo, convencido de que, con reformas sociales, una tregua con ETA y su talante dialogante, tiene al alcance de la mano un nuevo triunfo en las urnas. Por eso dicen lo que dicen. Que el siniestro del helicóptero que costó la vida a 17 militares en Afganistán en agosto se debió a un accidente. Que los 11 fallecidos en el incendio de Guadalajara no perecieron por fallo técnico ni político; como mucho, “hubo un error de comunicación”. Que la culpa de la OPA de Gas Natural es el desconocimiento y visceralidad de sectores empresariales acogidos hasta el año pasado a la protección del Gobierno del PP. Así, hasta un largo etcétera. Les recomiendo, si quieren divertirse, dar una vuelta de cuando en cuando por la atalaya editorial del diario independiente de la mañana, o por los “desayunos” de TVE que dirige Pepa Bueno en La Primera, o por alguna comparecencia parlamentaria del Congreso. En esos foros, todo el mundo es bueno. Salvo los de siempre. Después del Prestige, la guerra de Irak, el Yak-42, el trasvase Tajo-Segura, las chapuzas del AVE de Cascos… se han acabado las responsabilidades políticas que depurar. Ninguna. Es como si las elecciones del 14 de marzo de 2004 hubieran insuflado en nuestros actuales gobernantes milagrosas dosis de inmunidad al error. Un portentoso editorial de El País daba las claves exactas para entender la OPA de Gas Natural sobre Endesa y el pulso posterior entre un agraviado presidente, Manuel Pizarro, y un contestón rector de la CNMV, Manuel Conthe. “La trifulca —decía el opinador de Polanco- revela inquietantes sombras de desconocimiento y visceralidad en sectores empresariales cobijados hasta el año pasado bajo la protección del Gobierno del PP”: ¿Ven? Aquí lo tienen. La culpa la tienen los de siempre. Esos chicos del PP que toditito, todo, lo hacían mal. Nosotros bastante hacemos con intentar corregir el rumbo de este país, tan maltratado tras el paso de esta derecha torpona e incompetente. También por eso, el presidente de Castilla la Mancha, el socialista José María Barreda, declaraba el lunes, ante las cámaras de TVE, que no cree “que haya ningún responsable, ni técnico ni político relacionado con el fallecimiento de los trabajadores” en el incendio de Guadalajara. Quizá —insinuó- “hubo un error de comunicación”, ya que “desde el primer momento se pidió ayuda”. ¿Y no es nadie responsable —se pregunta uno- al menos de ese problema de incomunicación al que alude Barreda? ¿No convendría relevar de su puesto a alguno con el oído demasiado duro, para evitar en el futuro tragedias similares? Yo no lo entiendo. Y ahí está el señor Bono, el fotogénico ministro de Defensa, para confundirnos un poco más. No hay día en que este caballero no se nos aparezca: en el Telediario, en 59 segundos, en un avance informativo, en una “improvisada” (entre comillas, sí) rueda de prensa... El “cameo” en “Aquí no hay quien viva” no tardará mucho, vaticino. Es clamoroso el empeño del político castellano-manchego por chupar cámara. Pero, a lo que iba. El ministro hizo públicas el lunes las conclusiones del informe preliminar de la Comisión que investiga el siniestro del Cougar en Afganistán. Defensa “descarta la hipótesis del ataque exterior”, abandona su investigación como causa del siniestro, y lo atribuye a un “accidente”. La semana pasada recogía ECD el convencimiento que late entre altos mandos del Ejército de que la culpa de este infortunio recae también sobre quienes decidieron que los Chinook permanecieran en tierra, y enviaron a Afganistán unos Cougar peor dotados para volar sobre montañas de dos mil metros de altura. ¿No habrían estado nuestros soldados mucho más seguros en los Chinook? ¿No es responsable el televisivo ministro de Defensa de haber puesto a nuestras tropas en una innecesaria situación de riesgo, al tener que volar en aeronaves mucho peor dotadas, según explica el propio Ejército norteamericano? No. Estén atentos a la pequeña pantalla. Esta misma noche, José Bono aparecerá en televisión para explicarse. No les quepa dudas. Probablemente nos haga saber, con gran pompa y boato, que tiene un pelín alto el colesterol.

 
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