Javier Fumero

Confía en Pedro

Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez

Confianza, confianza, confianza. Lo repiten los ejecutivos, financieros y empresarios en cuanto les dejas un minuto para hablar: la economía es cuestión de confianza. El dinero es muy miedoso. Los inversores no juegan con las cosas de comer. Por eso, si perciben el menor atisbo de inestabilidad, ponen pies en polvorosa. Los has perdido.

Es lo que está ocurriendo, me cuentan, con España. Este Gobierno ilusionó durante la primera media hora. Parecía moderno, fresco, pintón. Presentaba rostros nuevos, que prometían mucho, y por lo pronto, suponía un impulso al gris ejecutivo anterior: predecible, aburrido, soso, de otra época.

Ahora la percepción ha cambiado. No sólo es que falte coordinación ministerial, que hayan tenido que dimitir dos titulares de carteras y que otros dos estén en un brete. Es que la política económica del Gobierno cuando no es errática se presenta como directamente perjudicial para los intereses de los inversores.

Les pongo un ejemplo de política económica “errática”: la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, acaba de rectificar públicamente a la titular de Economía, Nadia Calviño, porque a su juicio las pensiones se deben vincular al IPC. ¿En serio? ¿Un desmentido público? ¿Por qué no se ponen de acuerdo antes? ¿Qué imagen transmite algo así? De unidad, certidumbre y seguridad, no precisamente.

Ahora les pondré dos ejemplos de política económica “perjudicial para los intereses de los inversores”. Uno: Hacienda pretende gravar más a plataformas como Airbnb y Uber. Dos: Pedro Sánchez pretende que las empresas paguen más impuestos por los beneficios de sus filiales extranjeras.

¿Ven lo que les digo? ¿Cómo han reaccionado las multinacionales españolas a este último? Echando humo y advirtiendo de los efectos perversos que puede traer consigo esta decisión: a) las empresas pueden optar por no repatriar los beneficios de sus filiales dejando al Estado sin esa recaudación (lo que ingresarías por la medida dejarías de recibirlo por este otro lado);  y b) las compañías podrían litigar con el Ejecutivo alegando ante la Justicia que se vulnera el principio de doble imposición.

Alguien podría pensar que exagero. En ese caso, le animo a consultar el último informe realizado por IHS Markit sobre el sector servicios en nuestro país. Esta compañía, que maneja estadísticas del tráfico de mercancías a nivel mundial, mide indicadores adelantados que ofrecen pistas sobre el comportamiento futuro de los agentes económicos.

Sus datos confirman por lo pronto una ligera ralentización del crecimiento económico. La actividad comercial del sector servicios aumentó en agosto a un ritmo prácticamente igual que en julio, pero los nuevos pedidos aumentaron a un ritmo más lento… hasta cifras que no se veían desde finales de 2016. La tasa de creación de empleo se ha frenado y, atención, los índices confirman que ha caído la confianza empresarial hasta su mínimo de los últimos cinco años.

Es lo mismo que acaba de confirmar la propia Unión Europea. El indicador de Sentimiento Económico (ISE) publicado hace semana y media por la Comisión desveló que España ha registrado uno de los principales descensos en la confianza entre las grandes economías de la moneda única, con una bajada de 1,5 puntos, solo superada por Francia (1,7 puntos).

Por sectores, en España descendió la confianza en la industria (de 6,3 a 0,3 puntos), en el sector servicios (de 22,2 a 19,3 puntos), entre los consumidores (de 2,5 puntos negativos a 8 puntos negativos) y en el comercio minorista (de 11 a 9,2 puntos). Solo aumentó en el sector de la construcción, con un repunte desde los 10,2 puntos negativos hasta los 2,5 en positivo.

 

Pero me temo que en Moncloa no hay, en estos momentos, ni tiempo ni cabeza para percatarse de estas sutiles señales meteorológicas que bien podrían acabar degenerando, en unos meses, en otro tsunami para el país.

Más en twitter: @javierfumero

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