Lo hicieron porque no sabían que era imposible

Tengo una manía considerable a los gurús, a los analistas omniscientes y geniales que se declaran muy capaces de aventurar el futuro que nos espera. Quizás el caso más representativo de este nuevo profeta contemporáneo es el gurú financiero. Los puedes encontrar por todas partes.

Llegó la crisis y un centenar de tipos aseguraron que ellos llevaban años vaticinando lo que iba a suceder. Publicaron libros, fueron invitados a tertulias, expidieron su propio título de adivinador magnífico, buscaron una tribuna desde donde pontificar y llenaron su propia cuenta corriente para los próximos años.

En algunos casos, sus predicciones quedaron en evidencia cuando alguien se tomó el trabajo –hay que tener ganas, la verdad- de bucear efectivamente en los análisis previos de aquellos señores. Claro que acertaron pero porque habían avanzado una cosa y su contraria con diferencia de unos meses, pocos años a lo sumo.

Por eso, porque no trago mucho a los augures, me gustó encontrar el pasado fin de semana un texto publicado en El País Semanal donde se hablaba de la imperiosa necesidad del ser humano de predecir. Está en nuestros genes aunque la mayoría de las veces fallamos.

Les dejo algunas ideas que encontré interesantes en aquel artículo:

-- Trazamos planes en función de suposiciones erróneas, nos adelantamos a problemas que nunca existirán y nos aferramos al análisis de datos incompletos para tratar de dilucidar el futuro. ¿Por qué? Porque necesitamos tenerlo todo bajo control, pero si algo se puede decir del futuro es que, afortunadamente, es incontrolable.

-- Lo inesperado nos produce ansiedad. Pero en el fondo tampoco es deseable en absoluto una vida predecible, una pareja predecible, un trabajo predecible… Pocas personas querrían conocer exactamente lo que va a ocurrirles en los próximos años, incluso en los próximos días. Sería trágico y, lo que es peor, aburrido. Vivimos inmersos en esta paradoja.

-- Después de todo, es una suerte que aquellos acontecimientos importantes en nuestra vida sean impredecibles. Eso significa que cada día está lleno de posibilidades y oportunidades. Depende  de nosotros saber detectarlas, aprovecharlas y, en cualquier caso, estar preparados para responder.

-- Si pudiéramos predecir el futuro con más o menos efectividad, seríamos aburridos y, claro, predecibles. Pero no sólo eso. Además habría objetivos que no nos propondríamos simplemente porque los prediríamos como imposibles. “Lo hicieron porque no sabían que era imposible” (Anónimo).

 

Más en twitter: @javierfumero

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