Las pulseras de Aznar se vuelven contra Polanco

Sucedió hace casi tres años. Un conocido empresario se acercó al todavía Presidente del Gobierno, un rutilante José María Aznar, y le lanzó la siguiente pregunta:

-¿Qué razón de ser –si se puede saber- tienen esas tres pulseras que luce en su muñeca a todas horas nuestro máxima autoridad?, inquirió curioso el financiero.

La respuesta –contada, en su día, en estas mismas páginas- fue clara y transparente. Un cordón era del Villarreal Club de Fútbol, recuerdo de sus veraneos en Oropesa; otro procedía del convento castellano-leonés donde unas monjas rezan a diario por él; el tercero era el emblema de una hermandad, la de San Pascual Bailón, y regalo de sus hijos.

Pues este fin de semana, las pulseras de marras se han dado un rulo por Ifema. Aznar ha sido, de hecho, la estrella de la jornada inaugural de la Convención Nacional del Partido Popular. Ante 3.000 cargos electos y 1.000 invitados, el ex jefe del Ejecutivo negó que su Gobierno hubiera negociado con ETA, allá por 1999. A mi juicio, el señor Aznar ha estado torpe y obtuso con sus palabras. No entiendo el rédito que obtiene al negar la evidencia. No lo entiendo.

El Partido Socialista e IU han salido al paso, afeándole la conducta al “señor de las pulseras”. Aznar sí aprobó aquellos contactos, sí hubo negociación, sí habló en su día de generosidad, sí se acercaron presos al País Vasco, sus interlocutores sí hablaron de evitar un proceso con ‘vencedores y vencidos’, y los enviados gubernamentales sí fueron a negociar sabiendo que había un planteamiento político, el Pacto de Estella, detrás de la tregua que había decretado ETA.

Las huestes de Jesús de Polanco se han encargado de recordar todo esto y mucho más, el fin de semana, con profusión de datos, cifras y recortes de hemeroteca. Acuden en defensa de Zapatero, todo prodigalidad y servilismo. Pero Aznar y sus pulseras se vuelven contra el Gobierno.

Es precisamente el fiasco del ex inquilino de La Moncloa lo que asusta a los demócratas de bien (también instalados en las filas socialistas), que contemplan atónitos la osadía del Presidente. Aznar cometió un error que España pagó caro, al alimentar vanas e infructuosas esperanzas. Los comandos se rearmaron, la serpiente pudo eludir la asfixia policial y revivir de sus cenizas.

Las miserias del ex presidente, aireadas por los amigos del Gobierno, se vuelven contra el Ejecutivo socialista y sus defensores. ¿Qué hace pensar que la banda terrorista haya cambiado y merezca ahora un trato tan condescendiente como el que demuestra Rodríguez Zapatero? ¿Cómo es que este señor no aprende de los errores ajenos? ¿No fue suficiente con que aquel ‘patinazo’?

 
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