Carta a Ignacio

Te habría perseguido esa imagen siempre, y no dudaste ni un segundo en jugártela y enfrentarte a tu propia muerte. Déjame que te diga, querido Ignacio, que eres mucho más que un héroe: un símbolo encarnado de lo mejor del ser humano, la imagen y semejanza de Dios mismo.

            Tu extraordinario gesto contrasta con tantísima indolencia que nos rodea en esta sociedad narcotizada por el espejito mágico y el ombliguismo. Y por eso te has convertido ya en uno de nuestros más destacados ejemplos de la nueva sociedad que debemos comenzar a recorrer. Nos has ayudado extraordinariamente en este propósito, y tu sangre del otro día servirá para que no podamos estar más orgullosos de ti y de lo que tu conducta ha supuesto para el género humano.

            Todos nos iremos algún día. Pero irse como tú lo has hecho, ayudando al prójimo hasta entregar la vida, es literalmente insuperable, un sacrificio extraordinario que te convierte por derecho propio en un auténtico triunfador, en uno de los mejores de nosotros.

            Querido Ignacio:

            Puedes estar también muy orgulloso de tu familia. A la angustia intensa de no saber de ti durante días, vagando de hospital en hospital como consecuencia de unos protocolos de seguridad sin el menor tono humano, se ha sumado su serenidad y resignación al saber el fatal desenlace. Las palabras de tus hermanos emocionan, porque detrás hay la profundidad de lo trascendental. Los semblantes de hondo dolor y la dulzura en la expresión de los tuyos, con palabras incluso de agradecimiento hacia aquellos que provocaron innecesariamente tanto sufrimiento, son sencillamente conmovedoras. Desde el cielo que ya disfrutas, seguro que ya estás cuidando por ellos.

            No pasará el tiempo por tu hazaña, Ignacio, como tampoco lo ha hecho con las gestas de los españoles que están ya en la historia grande de esta gran nación. Lo has hecho con un simple patinete, en lugar de potentes cañones o carabelas, y por eso es hasta superior tu grandeza. Conservaremos tu recuerdo en nuestra memoria, porque eres exactamente lo que todos queremos ser.

            Muchísimas gracias, Ignacio, y disfruta de ese paraíso en el que creías y del que ya gozas.


Javier Junceda

 

Jurista.



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