Estrasburgo y su sentencia clarificadora

En primer lugar, deja claro que la justicia no tiene nada que ver con la legalidad. Que algo sea legal no tiene por qué ser justo. Al pronunciarse la Justicia europea, ha debido hacerlo ajustándose a la letra de un código penal español plenamente legal pero que no incorporaba en su texto la doctrina Parot. Por lo visto, por esa razón el alto tribunal europeo se ha visto obligado, mire usted qué pena, a echar por tierra aquello de que las reducciones de pena fueran sobre la totalidad de la pena impuesta. Eso no podía mantenerse porque, de algún modo, debía ser “solo” una especie de jurisprudencia.

De este hilo obtengo otra conclusión en clave doméstica: nuestro legislador –nuestro Parlamento- quizá lleve muchos años faltando a clase y sin hacer sus deberes. Por eso Estrasburgo nos ha pillado en cueros. ¿Por qué no se modificó a tiempo el código penal? ¿no se veía venir esto desde muchos años atrás? Y pensando en que los magistrados de Estrasburgo han tumbado la doctrina Parot por unanimidad, me pregunto si nuestros legisladores serán capaces de lograr una mayoría suficiente para modificar el código penal y lo que haga falta. Por cierto, ¿no resulta curioso que el ponente haya sido un magistrado español? ¿y que, según se dice, sea de la línea del anterior presidente del gobierno, tan amigo de los “hombres de paz”?

Por otro lado, parece que los malos siempre son más listos y que llevan la delantera a los buenos. Es como si, desde hace mucho tiempo, los malos se dedicasen veinticuatro horas todos los días de todas las semanas de todos los meses de todos los años a romper y a subvertir el sistema; y como si los buenos se dedicaran a muchas más cosas y que no les diera tiempo a ocuparse de los malos como deberían. Además, de vez en cuando, a los buenos –de derechas, de centro y de izquierda- les da un ataque de complejitis que se les junta a una voracidad electoral persistente. La ideología y el voto, caiga quien caiga: “ganemos las elecciones, o asegurémonos la oposición, y no perdamos el tiempo en solucionar los problemas”. ¿Qué necesitan para ponerse de acuerdo?

Además, esta sentencia de Estrasburgo es una demostración más de lo que, a veces, es eso que llamamos Europa, refiriéndonos no a la Europa geopolítica, ni a la Unión Europea de todos los países miembro, sino a las instituciones que nos gobiernan a todos. Y es que esta Europa  no parece muy dispuesta a sacarnos ninguna castaña de ningún fuego. Ninguna que no seamos nosotros mismos capaces de sacarnos. No creo que debamos esperar con euroalelamiento a que la Unión nos ayude a solucionar un gran problema. Ni este asunto ni alguno de los varios espinosos que nos ocupan últimamente. Quien confíe en que “Europa no va a tolerar esto” o en que “esto otro no tiene cabida en la Unión”, que lo haga sentado.

Un corolario simple es que algunos políticos y altos funcionarios españoles que logran cargo, escaño o similar –normalmente retribuido a cargo de los presupuestos que salen de nuestros impuestos- les ocurre un fenómeno singular: se vuelven muy europeístas. Tan europeístas que casi, o sin casi, se olvidan de España y de nuestras necesidades. Y también parecen no querer enterarse de una cruda realidad: que sus homólogos de otros países barren para sus casas respectivas en cuanto pueden. Incluso convirtiéndose en esos lobbies o colaborando con ellos, mientras por aquí tanto nos cuesta instrumentalizarlos.

De momento, ahora veremos como, para no producir algo así como alarma social, nuestras autoridades comenzarán a considerar las treinta y seis excarcelaciones de gente muy peligrosa y poco o nada arrepentida –si es que este fenómeno existe en la mente de esos individuos- pero, eso sí, en modo “gota a gota” y por la puerta de atrás, de modo que no nos resulte demasiado llamativo pero sin provocar una llamada de atención del Tribunal europeo. Quizá a eso lo llamen estudiar la situación caso por caso. Mientras, porque la ocasión la pintan clava, las noticias hablan de que los abogados de los malos están barajando la excarcelación de otros cincuenta y cinco presos etarras. Solo. Esto de la reinserción sí o sí es como el pasar de curso a curso en los colegios a pesar de arrastrar asignaturas suspensas hasta que todo el mundo termina con el título bajo el brazo. La reinserción está muy bien, como los aprobados, pero para quien se lo curre y cumpla con las reglas del juego. Y si las reglas son mejorables, que las mejore el legislador.

Por último, a propósito de las reducciones de penas por buen comportamiento, ya hemos oído y leído historias o noticias -cosa de malas lenguas, seguro- de situaciones que permitirían que algunos terroristas pudieran salir a la calle con títulos universitarios obtenidos de forma turbia y, además, con jugosas indemnizaciones en el bolsillo. Para vinos o para un fondillo común que puede que llevemos un tiempo alimentando con dinero público procedente de los presupuestos y destinado a las instituciones.

Pero posiblemente todo esto sea un error de percepción mío. Posiblemente esto no es así.

José Luis Hernangómez

 
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