Los globos se desinflan. La gente se resiste

En aquellos tiempos de mi niñez ocurrían cosas sorprendentes. Por ejemplo los jueves, que era el día de la semana en que los niños no acudíamos a la escuela en horario de tarde, las tiendas de ropa y calzado de Bilbao regalaban un globo a los niños que, acompañados de sus padres, -sobre todo madres, en aquel tiempo-, compraban alguno de los artículos. No era un globo cualquiera, porque había sido hinchado con gas, de modo que parecía un globo aerostático, de tal manera que volvíamos a nuestras casas con el globo enarbolado, sujeto mediante un hilo delgado a nuestras manos. Al menor descuido el globo se elevaba hacia lo más alto y nuestra ilusión se quedaba en casi nada, porque no podíamos seguirle, salvo con la vista, hasta que se convertía en un punto diminuto en el cielo infinito. Pero los globos que, cuidadosamente, llegaban a casa, también sufrían el paso del tiempo e iban desinflándose poco a poco, encaramados en el techo de la habitación que hacía de confín, hasta que caían al suelo y se quedaban en un despojo más.

Este recuerdo me ha surgido como una metáfora de lo que viene aconteciendo con los partidos políticos denominados “emergentes”, -principalmente Podemos y Ciudadanos, además de las plataformas y grupos de todo tipo como proliferan a su alrededor-, que desean alcanzar los cielos pero ya empiezan a añorar la tierra. Por si fuera poco, recién empezaron a subir hacia las alturas, las manos que los gobiernan desde el suelo han empezado a sufrir las consecuencias del hecho de haber soltado demasiado hilo para que el globo pareciera más majestuoso en su travesía para conquistar el cielo. Quienes creían, -los líderes emergentes-, que ese modo de administrar su imagen tenía más seguridades que riesgos, han visto que sus globos, como los globos que me sorprendieron en mi época infantil, han padecido todas las vicisitudes propias de la lucha política: inexactitudes, populismo a raudales, corruptelas diversas acontecidas en sus vidas personales, inexperiencias, intereses casi inconfesables… Total, que los globos se han ido desinflando, los líderes que parecían inmaculados se han visto salpicados por los propios avatares de sus vidas, de los que ellos solos son protagonistas.

Es decir que los globos se desinflan, aunque no solo por el mero hecho de que pase el tiempo, como ocurría con los globos de mi niñez, sino porque a quienes los manipulan les fallan los cálculos, y se les quedan cortas las estrategias. Pero hay algo aún más decisivo, porque esos señores y señoras han venido encaramándose sobre la “basura” del sistema imperante pera negar a dicho sistema lo que puede tener de aceptable: han generalizado lo malo para decir con arrogancia que ellos son los únicos buenos, es decir, los mesías que nos sacarán de todas las miserias. Como no se someten a ninguna ideología, esa especie de eclecticismo político que profesan les ha llevado a convertir sus sedes en agencias de publicidad y a convertirse ellos mismos en vendedores ambulantes.

Habrá quien me diga que se sustentan en el fracaso de las ideologías y partidos tradicionales, -otra vez la “casta”-, pero de pronto el líder emergente de Ciudadanos ha dicho que “es posible pactar con el PSOE y el PP, incluso con Podemos”, aunque ha afirmado en la misma entrevista que “no cree en la formación de Gobiernos de coalición porque no dan estabilidad”. Más atrevido aún, uno de los líderes de Podemos (Echenique) se permite asegurar que “no descartamos a nadie para hacer frente al PP”, para puntualizar después que “nuestras condiciones serán de sentido común”. Es preocupante que las decisiones políticas respondan únicamente al sentido común, porque éste se muestra de maneras muy diferentes dependiendo del lugar en que nos encontremos. Un ejemplo: el sentido común exige medidas muy diferentes para ser aplicadas en las urbanizaciones de La Moraleja o en el Pozo del Tío Raimundo, a pesar de tratarse de dos lugares separados por no demasiada distancia. Incluso no es de sentido común admitir que puedan existir dos lugares tan opuestos separados por tan escaso espacio.

Los globos de Podemos y de Ciudadanos se van desinflando porque la “gente”, -que es el término acuñado por ellos para convertir a las personas en objetos-, se resiste a aceptar a ciegas sus prácticas de seducción. Las crisis no se combaten con eclosiones desmesuradas, sino con mucho esfuerzo y ejercicios responsables que realcen, a la vez, la lealtad y la credibilidad. De momento los emergentes tienen bastante con flotar en este atribulado país en el que todos los mesías han fracasado. Lo demás sólo será complejo de inferioridad o altanería.

 
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