Belén Langdon

Admiración, perplejidad, sorpresa son algunas de las reacciones que surgen al contemplar lo sucedido alrededor del fallecimiento de una niña de 17 años: Belen Langdon. Resulta temerario e impropio pensar:¡qué suerte morir así! Rodeada de unos padres que prescindiendo del profundo desgarro que con seguridad les ha producido esa inesperada e injusta separación, son capaces de anunciar ante las cámaras, que su fe es la causa de su entereza, la fuerza que les permite afrontarlo con serenidad. De una madre que es capaz de pensar en las familias de las compañeras que se han salvado de su trágico destino dando gracias a Dios. La vida no era fácil para ellos, no estaban de viaje de placer, sino trabajando. Unos hermanos que suplían a sus progenitores cuándo miles de kilómetros y un océano les separaban. Así, arropada de tanto cariño aprendió a volar pronto. Con razón en la homilía de su despedida se oye al prelado: "Belén va adelante con alas de águila". Si, hay muchas maneras de vivir y de morir. Ella sumergida en ese ambiente de generosidad había dejado dispuesto que deseaba donar sus órganos. Como una premonición, Belén escogió como perfil en Internet un lema que sugiere algo más profundo que la fiesta que acabó con ella "No sueñes tu vida, vive tus sueños".

 

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