De Juana y el olor a podrido

¿Y no será mejor dejar tranquilo al pobrecito asesino? ¿Por qué no hacemos un esfuerzo más, otro más, y dejamos que el señorito vasco y amante de la paz se pasee por el mundo libre? ¿Para qué llamarlo?

Seguro que aquí, en tierra de dictadores, de policías criminales y de políticos fascistas a De Juana se le va el apetito. Y luego venga a perder quilos, y más quilos. Y entonces el ingreso, la angustia ante la posibilidad, real, de que el buen soldadito de la jodida y putrefacta patria vasca pueda perder la vida, su vida.

Ahora en serio. De Juana, asesino y padre de cachorros que son asesinos y asesinan cuando pueden y cuando quieren, debería estar pudriéndose en una cárcel, en cualquiera de las cárceles que se reparten por España. Comer, beber, ver la tele, dormir, hacer deporte, maquinar, aburrirse, morirse si es su deseo, pero todo ello en la cárcel, a la sombra, muy a la sombra. Lo que ha hecho la democracia, y lo que han hecho los sucesivos gobiernos de la historia democrática de España, es dejar con vida a los asesinos de inocentes.

Y dejarlos con vida en tener leyes que legitiman su puesta en libertad. Dejarlos con vida es tener un poder ejecutivo y un poder legislativo que no sirven para destripar las ilusiones de una hiena.

Algo falla cuando De Juana vuelve a ser noticia y vuelve a ser buscado. Algo falla y algo huele mal, muy mal, cuando el asesino de niños en nombre de la jodida patria vasca asegura que no se entregará. Algo, en esta querida democracia está pudriéndose y no nos atrevemos a extirparlo. ¿Por qué?

 

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