La educación está enferma

La educación se parece mucho a un enfermo al cuál la sociedad solo atiende cuando éste se encuentra moribundo. Los medios de comunicación se toman el trabajo de informar la gravedad de la urgencia, pero al final de todo casi nadie se atreve a prevenir las causas: desatención de los padres hacia sus hijos, falta de presupuesto, inadecuada formación académica y humana en los profesores, escasa voluntad política, entre otros.

Según un estudio publicado por el Journal of Marriage and Family Relations, cuya muestra abarcó más de 4000 familias en las que ambos padres tenían altas cargas laborales, concluyó que sus hijos presentan más problemas para concentrarse en el colegio, menos motivación, mayor hostilidad hacia sus compañeros, agresividad y sensación de aislamiento.   Los resultados de esta investigación no causarían tanta sorpresa si no fuera porque la realidad actual evidencia cada vez más que, educar a un niño o adolescente resulta todo un reto. En España -donde cerca de ocho millones de alumnos han vuelto a las clases- los padres se encuentran alarmados por el aumento abrupto no solo de los suspensos, sino también de las clases privadas a domicilio, cuyo objetivo es reforzar lo que no aprendieron en la escuela.   La educación se parece mucho a un enfermo al cuál la sociedad solo atiende cuando éste se encuentra moribundo. Los medios de comunicación se toman el trabajo de informar la gravedad de la urgencia, pero al final de todo casi nadie se atreve a prevenir las causas: desatención de los padres hacia sus hijos, falta de presupuesto, inadecuada formación académica y humana en los profesores, escasa voluntad política, entre otros.   Cuando la educación entra en situación de emergencia, todos –familia, escuela, medios de comunicación, iglesia, empresa, el Estado- se disponen a atenderla, pero una vez que cada uno de dichos actores ha aplicado la dosis de responsabilidad que reduzca su sentimiento de culpa, todo vuelve a la “normalidad”, como si no hubiera sucedido absolutamente nada. Nadie se atreve a prestarle la mínima atención cuando se es debido. Hay que decir las cosas claras: muchos de los problemas éticos que terminan influyendo en diferentes sectores de la sociedad, tienen su raíz en la pésima educación que estamos brindando a nuestros menores. No llegan a dos dígitos el número de países cuya educación es un gran ejemplo y vale la pena mencionar al menos uno: Finlandia.   El investigador Gerardo Meil, acaba de publicar un informe titulado: “Padres e hijos en la España actual” (Fundación La Caixa. 2006), donde revela que el 37% de los padres españoles no vigilan a sus hijos en los estudios, 11% lo hace de vez en cuando, 3% los fines de semana y 4% solo cuando hay suspensos.   Los hijos se encuentran mas distraídos que antes y los padres tienen menos tiempo para concentrarse hoy. De un tiempo a esta parte la sociedad se desentendió de su responsabilidad educativa, trasladando sutilmente esa función a la escuela, pero ésta última hizo lo mismo con los padres. Finalmente, los padres –primeros educadores- no terminan educando en las dimensiones esperadas. A veces no lo hacen porque no tienen tiempo, pero otras tantas porque simplemente no quieren o no poseen la formación suficiente para afrontar con conocimiento de causa los innumerables problemas que se presentan en el crecimiento de un niño.   El proceso educativo se encuentra lleno de incoherencias: el Estado intervencionista pretende hacer magia al eliminar en plazos muy cortos el analfabetismo y la deplorable calidad educativa de muchos países. Ese mismo Estado es el que al darse cuenta de su incapacidad, le cede el paso a la sociedad entera para que también se encargue de educar para la ciudadanía. Los políticos le reclaman a los medios de prensa que dejen de urdir en sus asuntos “personales” –bien sabemos que hay temas políticos de interés público- y que se dediquen a cubrir el tema educativo. Pero esos mismos políticos son los que brindan los peores ejemplos de ética y honestidad a los jóvenes cuando son descubiertos en casos de corrupción. Los medios de comunicación diagnostican con bastante claridad la situación actual de la educación, pero muchas veces –con ciertas excepciones- monopolizan las propuestas en manos de pocos, olvidando que el debate de ideas debe ser abierto y pluralista.    La sociedad le exige a la escuela que los alumnos sepan respetar al otro y genere un clima de convivencia cívica y democrática en los futuros ciudadanos, pero es esa misma sociedad la que continuamente ignora la participación de los jóvenes en la formulación de un proyecto en común. La escuela les exige a los padres que cultiven virtudes en sus hijos, pero es la escuela misma la que permite que muchos profesores transmitan antivalores a los alumnos. Los padres demandan a sus hijos que correspondan al esfuerzo que ellos hacen por enviarlos a la escuela, que al menos cumplan fielmente con el deber de estudiar, pero son los mismos padres quienes les niegan el tiempo necesario que ellos merecen.   En educación, todos se echan la culpa unos a otros, nadie quiere asumir la responsabilidad, ya nadie se toma en serio el sustento de nuestro futuro. La gran mayoría –incluyendo a los políticos- piensa que cuando hablamos de la importancia de la educación, ésta no debe de trascender sus intereses personales, se la toma como una broma más en las conversaciones. Pero la historia misma será la que se encargue de cobrar un precio muy alto a la sociedad entera por no haber sido lo suficientemente sensata como para concretar mecanismos de intervención temprana que nos permitan prevenir antes que lamentar. Todavía estamos a tiempo, pero siempre decimos lo mismo y ningún líder decide complicarse la vida por la educación. ¿Será que existen líderes, pero que los medios de comunicación no les permiten expresarse?   Por algo habrá que empezar y ese algo es la familia. Que tiempo falta para poder atender a los hijos es una realidad innegable, pero existen medios –si nos sobra buen talante- que nos pueden ayudar a recuperar el sendero perdido. Uno de ellos es la escuela para padres, sistema mediante el cuál los padres asisten a unas charlas cuyo contenido práctico mejora su capacidad para responder ante asuntos propios de la niñez y adolescencia.   La educación está enferma, pero no existe una vacuna que la sane de manera inmediata. La cura está en todos nosotros, en nuestra responsabilidad, en nuestra actitud de cambio, en la de los políticos, de los empresarios, de los educadores, de los alumnos, de los padres, de todos quienes al menos confían en que los niños de hoy sí pueden construir mejor el mundo del mañana. Eso es un desafío muy grande, pero una utopía como para olvidarnos de la confianza en nosotros mismos y en la de los demás.

 

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