Moda primavera-verano

Decían, y no les faltaba una parte de razón, que la televisión podría desfigurar, como así ha sido, el rigor de los parlamentarios, con riesgo de un popularismo alejado de la esencia de la democracia representativa.

Pero eso es historia. Las cámaras de televisión han invadido no solo el hemiciclo, sino los pasillos y el periodismo de canutazo y pantallazo ha sustituido a la crónica parlamentaria reposada, analítica e ilustrada, tal y como oímos y contemplamos diariamente.

Pero la intromisión de las cámaras en el Congreso y Senado español va más allá de esta atropellada derivada, pues la sola contemplación de los bancos de sus señorías nos anticipa con imágenes las intervenciones de diputados y senadores y, consecuentemente, el sentido de sus votos.

Las sesiones con la Moción de Censura del martes y miércoles en el Congreso español de los Diputados nos ofrecían un Rajoy riguroso con un terno de sastre caro frente a la figura cambiante de Iglesias, que osciló de presentarse con chaqueta y sin corbata (martes) a corbata y sin chaqueta (miércoles). Rivera se mantuvo en un indeciso equilibrio, siempre con chaqueta y nunca con corbata. El socialista Ábalos se embutió, un tanto artificialmente, en un modelo que cantaba estilo universitario de Ermenegildo Zegna. A partir de ahí, imágenes alternantes y alternativas, desde blancos impolutos hasta camisas con las faldas fuera del pantalón. Paradójicamente, las mujeres mostraban mayor homogeneidad, aunque Irene Montero, con la chaqueta remangada era un anticipo un tanto hortofrutícola de una buena perorata mitinera.

En otros países, Estados Unidos o Gran Bretaña, la homogeneidad en el porte de todos –hombres y mujeres- es mucho más uniforme y, evidentemente, más decorosa. Claro que también en esto España parece que aspira a ser un tanto diferente.

 
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