La huelga sin patrono

Telefónica –Movistar- está enfrentando estos días una huelga de algunos, recalco algunos, de los instaladores de sus contratas, instaladores que en su mayoría son autónomos; los demás son empleados de empresas colaboradoras, y sólo en tercera y última instancia, dependen de la actividad de Telefónica para trabajar.

La compañía española probablemente más protectora con sus empleados y con la trayectoria sindical más limpia y armoniosa de la historia industrial en nuestro país se ve ahora enfrentando un asunto del que no es responsable, aunque sí está sufriendo directamente sus consecuencias.

Me explican, y me lo creo, que la huelga está azuzada desde dentro de la casa, como siempre ocurre, por sindicatos con mínima representación en Telefónica. Como no logran pescar dentro, salen a pescar fuera, para ver si consiguen montar cuanta más bronca mejor alentando a los profesionales de las empresas colaboradoras… que en su mayoría no entienden en el fondo de qué se están quejando.

Dan ganas de hacer una votación a mano alzada entre esos 15.000 técnicos que Telefónica emplea de forma indirecta en esas 10 empresas a las que está vinculada por contrato, y preguntarles si de verdad quieren dejar de instalar para Telefónica. Ni el 1% de ellos quieren en el fondo desvincularse de una de las pocas compañías españolas que no ha dejado de invertir en infraestructuras ni en lo más crudo de la crisis. Que sólo el año pasado hizo posible la contratación de 5.000 técnicos y que ha comprometido con cada una de esas compañías colaboradoras la friolera de 50 millones al año durante los próximos tres.

A pocas fechas de las elecciones sindicales y con un material tan sensible como los trabajos y los salarios, la demagogia campa estos días a sus anchas.

 
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