Ayland y el genocidio en Siria

Ayland es uno más, en la larga lista de víctimas del genocidio que el Estado Islámico lleva a cabo en Siria y en Irak. De todo eso, la actualidad son los cientos de miles de refugiados que hay que acoger en Europa. No huyen de cualquier cosa. No esperan simplemente una vida mejor, sino la supervivencia, después de años de persecución, de perderlo todo, de ser masacrados y en algunos casos quemados vivos.

La otra cara del asunto es cómo la ONU puede permitir que eso siga ocurriendo sin apoyar en serio una intervención militar de la OTAN. Los ejércitos de Siria e Irak parecen impotentes para detener la masacre. China no quiere implicarse. Rusia, que se oponía cuando era contra Al Asad, ahora, que el Estado Islámico ha hecho bueno al dictador sirio, parece más decidida.

Pero entonces surge el ¡no, a la guerra! Parece que ya no vale la antigua y justa reacción de la legítima defensa. Los gobiernos europeos no saben bien qué hacer, porque, en la opinión pública, la guerra es impopular.

Mientras tanto el genocidio impune sigue, con tal punto de crueldad continuada que acabamos por acostumbrarnos a ella.

La cuestión es: ¿hasta cuándo hay que aguantar sin intervenir? Si se interviene ha de ser militarmente porque el otro está actuando con violencia inaudita, también contra los indefensos e inermes.

Lo de ¡no a la guerra! queda muy bien. Pero ¿qué hacer después de ver el pequeño cuerpo de Ayland, muerto en la orilla?

¿Mirar para otra parte?

 
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