España ha cambiado ¿o no?

Los seres humanos somos muy propensos a tomar las etiquetas por la sustancia. O, lo que lo mismo, a creer en el cambio sustancial cuando solo se altera lo accidental. Un poco en la línea de aquella muy citada observación del sobrino del Gatopardo: “conviene que algo cambie para que todo siga igual”.

El cambio de manos en el poder no solo es, instrumentalmente bueno, sino muy deseable. Quienes se perpetúan en el poder tienden a abusar de él o aprovecharse de él para fines particulares. España ha cambiado en el sentido de que al PP le ha salido C’s y al PSOE Podemos; estos “emergentes” han arrebatado gran parte de los votos a los clásicos porque su sustancia es la misma. Por eso podrán pactar.

Ha cambiado España y no ha cambiado. Por lo demás, ¿para cuándo que el País Vasco deje de ser del PNV o Cataluña de Convergencia? Ahí el cambio está prohibido. Todo sigue más o menos igual que siempre. O Andalucía, que vota al PSOE pase lo que pase y corrompan lo que corrompan. Ahí el cambio no sería bueno, se piensa. Es decir, a veces cambio se desea ardientemente y a veces cambio no parece bueno en absoluto. Por lo demás, las preferencias básicas que articulan los partidos –más libertades que igualdad o más igualdad que libertad- siguen ahí, solo cambia el acento. Por ejemplo, donde sea decisivo Podemos o sus aliados es probable que se procure más igualdad con recortes de las libertades.

Así está la cosa desde el XIX, como muy bien lo vio Tocqueville. Esos políticos se creen que están inventando el mundo y no hacen más que darle vueltas a lo mismo.

 
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