Los populismos que nos invaden

Criticar el populismo es exponerse a la impopularidad, porque hay que decir cosas hirientes.

El populismo es el aprovechamiento político, para rédito y solución de la vida de unos cuantos, de las ideas y emociones simples que suelen darse en el común de la gente o al menos en una parte de cuaquier sociedad.

Por ejemplo, “los inmigrantes nos quitan trabajo y nos hacen la vida más difícil; por tanto, fuera”. Eso hace que triunfen partidos de derecha xenófoba en Francia, en Alemania y en otros países.

O bien: “hay que dar una renta a todos, trabajen o no; y además, casa”. Y sale Podemos, por lo menos al principio. En Cádiz, una mujer echa en cara al alcalde Kichi que no lo haga,

¿Así de simple? Así.

O “no a los deshaucios”: y ahí tenemos a Ada Colau de alcadesa de Barcelona, diciéndole a unos militares que nos los quiere en su feria (que, además, no es suya)...deshauciándolos.

Si, como reportero, voy a la calle micrófono en mano y pregunto: “¿Cree usted que hay que cultivar el pensamiento crítico?”, mucha gente me mirará como si fuera un extraterrestre. En cambio, si pregunto: “¿Piensa que hay que subir las pensiones?”, todos dirán que sí.

A todos nos gusta lo gratis, también en el pensamiento y ahorrarnos el molesto trabajo de pensar, de comparar posiciones, de estudiar precedentes, de imaginar un futuro. Vamos hacia lo mínimo.

Lo más curioso es que, como se ha dicho, esos populismos, del signo que sean, sirven en seguida para proporcionar una buena renta a nuevos cuadros políticos, pero quienes los han votado no se benefician en nada.

 

Habría que escribir alguna vez la historia de las diversas formas en las que se ha engañado al pueblo con señuelos políticos, también democráticos. Porque es una constante en la historia.

Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato