Apuros y contradicciones del presidente Obama

Barack Obama ha reaccionado con su proverbial capacidad retórica ante las dificultades que están surgiendo en los primeros meses de su segundo mandato presidencial. Algunas proceden de la persistencia de acciones contrarias a los derechos humanos, que prometió solemnemente erradicar en la primera campaña, como las de Guantánamo. Otras se han presentado más recientemente, por comportamientos de control informativo que recuerdan decisiones de Ronald Reagan.

Ese tipo de escándalo favorece también en Estados Unidos –aun dentro de un radical patriotismo que cuesta comprender en Europa‑ movimientos antisistema y permite levantar cabeza al Tea Party. En todo caso, muestran la necesidad de que el presidente cumpla también sus promesas de regeneración ética de la vida pública.

Como era previsible, la prensa americana no acepta las razones ofrecidas para justificar el espionaje telefónico a periodistas de la poderosa agencia Associated Press: evitar peligros para la seguridad nacional, en el contexto de operaciones contra Al Qaeda en Yemen. Tampoco espera que esa actitud desaparezca con nuevos cambios legales.

Otro problema deriva del descubrimiento de que la agencia fiscal (IRS) acosó a organizaciones y activistas republicanos antes de las elecciones de 2012. Los ciudadanos, siempre confiados en las instituciones públicas, no admiten en modo alguno que el poder utilice organismos del Estado para fines partidistas. Obama se apresuró a destituir al director del IRS, pero no se acepta que no asuma sus propias responsabilidades políticas en caso tan lamentable.

A pesar de todo, el líder demócrata sigue gozando de una contradictoria comprensión de medios informativos europeos. Aun reconociendo la necesidad de responder con más energía, el diario El País concluía su editorial del pasado 20 de mayo con una frase significativa: "Con las elecciones legislativas a la vuelta de la esquina (2014), lo último que necesita el presidente es dar oxígeno a un Partido Republicano sin liderazgo, que ha hecho del obstruccionismo su forma de hacer política. Si los demócratas pierden el Senado, los dos últimos años de Obama serán un auténtico vía crucis".

Obama parece dispuesto a cerrar por fin, no sólo Guantánamo, sino el conjunto de la guerra contra el mal protagonizada en los años de Bush, según las promesas de 2008. Así lo expresó en su importante discurso del 23 de mayo en la National Defense University: "esta guerra, como todas las guerras deben tener fin. Es lo que nos aconseja la historia. Es lo que exige nuestra democracia".

Barack Obama no ignora la amenaza del radicalismo islamista para las democracias occidentales (y para el propio mundo musulmán). Tras unos años de continuidad de hecho con la política de Bush, ofrece ahora "encontrar el equilibrio adecuado entre las necesidades de nuestra seguridad y la salvaguardia de las libertades que nos definen". Después del 11-9 de 2001, prevaleció por encima de todo la seguridad. Se trataría de recuperar ahora tonos más conformes con la libertad: la duda es si es sólo un nuevo encantamiento retórico.

De momento, otra manifestación de esa guerra –la utilización de los drones‑ sigue dando que hablar en la prensa y en el Congreso, y origina protestas en los países que la sufren: está por ver si cesará el empleo de esos aviones no tripulados para liquidar amenazas terroristas, sea bajo la dirección de la CIA o del Pentágono.

Como señalan tantos comentaristas, el segundo mandato presidencial en EEUU refleja siempre la auténtica voluntad de quien ocupa la Casa Blanca. No le preocupan ya posibles riesgos para la reelección. Obama quiere recuperar imagen dentro y fuera de América, especialmente deteriorada en los países árabes. Pero no debería olvidar que la historia se escribe con hechos, no con palabras.

 
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